Una deuda pendiente

 

Acaban de reelegirme como rector de la Universidad Tecnológica de Pereira para un nuevo periodo de tres años, hecho que  agradezco por lo que significa en términos de reconocimiento a una labor de 12 años, que no es  mía; es el resultado de un equipo de trabajo comprometido y eficiente,  donde apenas  yo  ejerzo como cabeza visible.

Agradezco  el despliegue favorable de los medios de comunicación para registrar la noticia y las múltiples manifestaciones de felicitación recibidas  a partir del viernes, día de la elección.
Soy consciente de la enorme responsabilidad  que me  entrega el Consejo Superior  en una muestra de confianza  que me honra y compromete. No en vano la Universidad está decidida  a  ser factor de transformación social, incidiendo junto a otros actores  en el progreso de la región. Ello es más fácil proclamarlo que hacerlo realidad.  Sin embargo,  creo  fervientemente que estamos en la ruta correcta, acompañados de excelentes coequiperos  para llegar a metas cada vez más ambiciosas.
No puedo ignorar que para algunos sectores en el interior de la Universidad la noticia produce desencanto; un mandato tan lleno de cambios y rupturas, provoca resistencias  inevitables aunque espero no irremediables.  Me anima  la mejor intención de rehacer relaciones y  buscar acuerdos de trabajo para hacer posible que toda la capacidad Institucional actúe en la dirección   de aportar  creadora y constructivamente  a la sociedad.
En el campo de la política de la Educación Superior  hay que aceptar que estamos atravesando por un periodo de especial  importancia; la tarea de construir entre todos una nueva ley  nos impone la obligación de participar y  coadyuvar desde nuestra experiencia y visión  arrimándole esfuerzos a la gran tarea. Aquí nadie tiene la última palabra; hay más reclamos que propuestas específicas y por consiguiente espacio para la actuación propositiva.  
Dentro de la Universidad tenemos  muchas debilidades; el ser reconocido por hacer una buena gestión no significa que todo esté bien,  hay muchas cosas para mejorar y resolver. Una de ellas, que ha cobrado vigencia a raíz del conflicto, son  los sistemas de contratación de los servidores y muy en particular de los docentes.  La vinculación  de profesores bajo la modalidad  de contratos a término por periodos académicos, si bien se soporta en la ley, no es lo que conviene a la Academia y  configura una discriminación que debe intervenirse. Es el resultado de la desfinanciarían de la Universidad Publica que tantas veces hemos explicado.
Hemos tratado de acercar  el régimen de los transitorios al de los de planta tanto como se ha podido; a diferencia del pasado, hoy  tienen ciudadanía política, pueden elegir y ser elegidos en las elecciones Universitarias, pueden  hacer investigación,  reciben apoyo para formación posgraduada, se les  apoya para el cubrimiento en salud durante los recesos  entre contratos,  se les remunera de acuerdo a puntos en el escalafón,  y se les amplio el número de semanas  en los contratos, entre otros beneficios. 
Pero claro, no es suficiente; tienen el derecho a  aspirar a concursar para acceder a la planta docente, a tener comisiones de estudio, sabáticos,  y el conjunto de prestaciones que tienen los docentes de planta. Sobre todo, la estabilidad. 
Es mi intención seguir trabajando en la dirección de favorecer los docentes contratistas, en  particular creando planta y aumentando beneficios, naturalmente con el apoyo  del Consejo Superior, que es solidario con esta visión.
El conflicto actual  que no ha cesado, más bien está suspendido, volvió estos docentes víctimas del conflicto; estamos en deuda con ellos.

 

 

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