La revolución de las simples cosas.
Debo decirles que, dadas las circunstancias que hoy determinan el paro de la UTP, liderado por el actual movimiento estudiantil, por su debilidad en el debate político, por su cobardía al negarse a ser garante de derechos, por su capacidad para reprimir, agredir y restringir espacios democráticos, (pues para nadie es un secreto que temen la argumentación y la disertación basada en evidencias) me retiro de toda discusión que se venía sosteniendo en las asambleas y me declaro en disenso frente a las decisiones por el consenso tomadas.
Estoy cercano a los 27 años ya y a los 7 años en la universidad, las etapas de activismo emocional, hormonal y juvenil, al fragor profético y pseudo religioso, de consignas populistas en torno a imágenes como las del Che o Víctor Jara, ya han pasado en mí. La vida a muchos nos va mostrando caminos nuevos, nuevas formas de ver la política (una de las cosas que me apasionan en la vida) y va dejando sobre todo aprendizajes Y Experiencias que te hacen cambiar el enfoque de las cosas. Fui líder estudiantil en otras universidades, y unos pocos años en la UTP, en esas lides descubrí realmente que lo importante no es oponerse por oponerse, como quien pretende tapar el sol con un dedo.
El momento político que atraviesa el país, nos invita a ser seres con una responsabilidad histórica, no historicista, la diferencia entre uno y otro concepto, es que al sentirnos seres históricos superamos las nostalgias del pasado y podemos dar una visión sobre el futuro, el ser historicista, solo se repite en esquemas anquilosados, solo vive de las melancolías de luchas quiméricas, no es capaz de dar un diagnóstico sobre el presente y no visiona el porvenir.
Así siento al movimiento y a la lucha, desde una perspectiva historicista, unos pocos sosteniendo la ilusión de la revolución, unos menos secundándola, unos muchos, ausentes. Esto debido a la carencia de un verdadero proyecto político sustentado en unos objetivos claros, a corto y mediano plazo. Hay un dicho popular, muy sabio y muy necesario para este momento, que reza de la siguiente forma “el que mucho abarca poco aprieta”, lo rememoro porque no encuentro direcciones hacia las cuales caminar en torno a esta lucha, estamos peleando no contra un fantasma, sino contra una hidra de siete cabezas a la que solo estamos mirando de frente, desafiantemente, sin saber dónde dar el primer espadazo. ¿Por qué no hablar de cosas más precisas, de problemas más cercanos, porque no empezamos peleando cosas de nuestra universidad, porque no luchar espacios académicos desde nuestra línea profesional? Pregunto yo, seguro de que no encontrare respuesta. La revolución empieza por cambiar las cosas más triviales. Una revolución de las simples cosas.
Espero ser yo el equivocado
Un saludo revolucionario
Miguel Ángel Rubio Ospina
Lic. en Español y Literatura