Texto enviado por el docente transitorio del Departamento de Matemáticas, Jorge Eduardo Ossa, a la comunidad universitaria.El extraño e insólito caso del fantasma de la mesa

Estamos acostumbrados a los fantasmas. Desde muy pequeños, ya sea en los cuentos de los abuelos o en las historias que nos refieren los contemporáneos, siempre hemos escuchado historias de fantasmas. A pesar de no existir demostración matemática, algunas personas hemos vivenciado experiencias que podrían denominarse paranormales. El común denominador de estas historias es el abandono, las casas antiguas, los episodios sórdidos y la soledad de frías y calladas noches de luna blanca y nubes negras.
Pero el fantasma de nuestra historia, lejos de frecuentar estos góticos lugares, gustaba de caminar por lo corredores y oficinas de un moderno edificio universitario.
Como buen fantasma, se manifestaba durante las altas hora de la noche y en la madrugada, para no interrumpir las humanas horas de trabajo de los seres vivos, diurnos y nocturnos. Todo había marchado bien, las mariposas, las cigarras, los murciélagos y los grillos conocían de buena manera al asiduo visitante de su entorno. Todo andaba bien hasta el día del incidente de la mesa.
Todo iba bien... hasta que personas ajenas a aquella oficina entraron a ocupar un espacio que nuestro fantasma consideraba suyo por derecho propio. Era un pequeño cubículo con paredes de cristal y metal y una gran mesa de reuniones de color ébano y marrón rodeada de sillas.
Era algo extraña la simbiosis metasicológica de nuestro fantasma y la salita, pero mas allá de la salita, el compartir era con la mesa. Palabras extrañas, sentimientos extraños y comprensión extraña, que no es menester contar en esta historia.
Lo cierto del caso es que nuestro fantasma, de costumbres calmadas y bonachonas, se alteró. Cosa no criticable, puesto que cualquier ser, que se digne tener criterio, alguna vez ha perdido la buena calma. Y cuando se alteró, al ver invadida su paz, su tranquilidad y su hermosa relación con la mesa, decidió terminar con ella, con su existencia; cosa esta poco comprensible, querer desaparecer el objeto de su amor, sin embargo bastante respetable, porque la ira ajena es totalmente importante y cualquiera que la haya sentido sabrá de qué estamos hablando.
Así las cosas, el fantasma decidió arrojar la mesa a través de la ventana de vidrio, pero no pudo. Hay cosas que un solo fantasma no puede hacer. Acto seguido, al no poder mandar a volar la mesa, intentó muchas otras cosas sin embargo, al final, solo pudo ponerla "patas arriba". No fue una buena decisión. Al día siguiente los extraños desbarataron la mesa, la pusieron fuera del cubículo con la superficie de trabajo contra el piso y sus partes regadas por doquier. Luego llegaron mas extraños, la pisotearon, rayaron su superficie, violaron su sagrada integridad y la dejaron abandonada a su suerte.
Cuando yo me encontré con la mesa en estas condiciones pregunté e investigué para averiguar quién era el responsable de su violación, fue cuando conocí la existencia del fantasma del Y-114.

Jorge Eduardo Ossa Sánchez

osgeorge@utp.edu.co