A Juan Carlos Castaño Benjumea no lo contrató la Universidad Tecnológica de Pereira: la universidad lo adoptó desde niño. Su primer recuerdo en la institución no fue una clase, ni una ceremonia de grado, ni una matrícula. Fue un regalo: un carro de cuerda que recibió en una fiesta para hijos de empleados. Tenía apenas cinco años.
Historias
La historia de Alba Lucy Romero Cañaveral en la Universidad Tecnológica de Pereira está hecha de papeles mecanografiados, memorandos, horarios, llaves, conmutadores y máquinas de escribir, pero, sobre todo, de afecto y gratitud. Cuando se le pregunta desde cuándo trabaja en la Universidad, responde sin titubeos:
En la Universidad Tecnológica de Pereira, entre probetas, tubos de ensayo, reactivos, herramientas y materiales de clase, hay manos que han acompañado por más de tres décadas la vida cotidiana de un programa por el que han pasado centenares de estudiantes. Germán Darío Pérez Ospina, quien hace parte del equipo de trabajo de la Facultad de Tecnologías, adscrito al programa de Química, ha sido uno de esos rostros constantes, discretos y valiosos que sostienen con paciencia y compromiso el funcionamiento de espacios esenciales para la formación universitaria.
El 24 de febrero de 1982, Jorge Javier Santacruz Ibarra ingresó por primera vez a la Universidad Tecnológica de Pereira, recomendado por José Ignacio Moncayo, su hermano de la vida y compañero inseparable desde los años universitarios en Pasto y luego en Cali, donde cursaron juntos una maestría. Lo que comenzó como una coyuntura laboral, sin estar en sus planes, se convirtió en su proyecto vital más duradero.
Aunque nunca renunció a su acento guaraní, su corazón fue conquistado en Pereira por la Universidad Tecnológica, fue su espacio natural y posteriormente su fuente de vida profesional como docente. Fueron 38 años entre salones de clase, pasillos y espacios de encuentro, haciendo lo que más le gusta: poner a pensar y reflexionar a sus interlocutores, a partir de lo que aporta el entorno en la construcción de sociedad y de ciudad.
Llegó desde Valledupar en 1988 con una maleta llena de incertidumbre y un formulario enviado por correo tradicional, sin conocer a nadie y con la esperanza de estudiar una carrera que le permitiera trabajar durante el día. Eligió la Licenciatura en Español y Comunicación Audiovisual. Pereira lo recibió con un frío penetrante que lo hizo dudar. Pero se quedó. Porque había una fuerza poderosa que lo motivaba: las ganas de aprender, de crecer, de encontrar su lugar.
Con una trayectoria de casi cuatro décadas, Gloria Argenis se despide de la Universidad Tecnológica de Pereira dejando una huella imborrable en la historia institucional. Ingresó en agosto de 1985, con tan solo 20 años, al equipo de Archivos, sin imaginar que aquel sería el inicio de una vida profesional y personal profundamente ligada a la evolución de la Universidad.
Con más de cuatro décadas dedicadas a la música y a la Universidad Tecnológica de Pereira, el profesor Héctor Rey Romero ha sido testigo y protagonista de la transformación institucional desde los tiempos del antiguo Instituto de Bellas Artes hasta la consolidación de la actual Facultad de Bellas Artes y Humanidades. Para él, la Universidad no ha sido solo su lugar de trabajo: ha sido su proyecto de vida.
Carlos Fernando Castaño Montoya llegó a la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP) en 1983, con el aliento fresco del bachillerato cursado en Marsella. Como muchos jóvenes de entonces, llegó más por necesidad que por plan, pero con la certeza intuitiva de que su camino era la administración.
En el marco del Mes de la Madre, desde la Universidad Tecnológica de Pereira se reconoce la labor de las mujeres que combinan su vida profesional con la maternidad, afrontando cada día con valentía, amor y determinación.
Categorías: Historias, Vicerrectoria de Responsabilidad Social y Bienestar Universitario