En el marco de la conmemoración de los 15 años de la Política Ambiental Institucional, la Facultad de Bellas Artes y Humanidades se destaca como un ejemplo vivo de cómo la sostenibilidad puede integrarse de manera creativa y significativa en los procesos formativos. El taller de cerámica, liderado por el profesor Ramón Jaramillo, se ha convertido en uno de los espacios más representativos de esta apuesta, donde el aprovechamiento de residuos trasciende la práctica artística y se convierte en un aprendizaje para la vida.








Desde hace varios años, Jaramillo ha promovido el uso sistemático de materiales reciclados como parte fundamental del proceso de creación. Esta filosofía no solo responde a la necesidad de reducir la cantidad de residuos enviados al relleno sanitario, sino también a la intención de despertar en los estudiantes una mirada distinta frente a los desechos. “Utilizamos todos los materiales posibles para hacer arte. Aquí los estudiantes aprenden a ver en cada residuo una oportunidad creativa”, afirma el docente.
Entre los materiales más comunes que llegan al taller se encuentran plásticos, vidrio, acrílico, madera MDF y piezas sobrantes de procesos industriales y académicos. Muchos de ellos son suministrados por otras facultades, como Mecánica Aplicada, que comparte sobrantes de cortes láser. Estos fragmentos, que para algunos departamentos representan desechos, en La Facultad de Bellas Artes y Humanidades se convierten en bases para esculturas, relieves o intervenciones tridimensionales.
Además de enseñar técnicas tradicionales, el taller también es un espacio para la innovación. El profesor ha desarrollado máquinas para pintura construidas completamente con materiales reciclados, herramientas funcionales que permiten explorar nuevas formas de crear. Una de estas invenciones está especialmente diseñada para que personas con discapacidad visual puedan experimentar el arte táctil y desarrollar sus propias obras. “Estas máquinas surgieron como una necesidad de explorar otras maneras de hacer arte y de demostrar que los residuos pueden convertirse en herramientas útiles”, explica.
La transformación de residuos en arte no se limita a piezas pequeñas o ejercicios individuales. En los últimos semestres, los estudiantes han producido murales en mosaico, esculturas tridimensionales, composiciones hechas con botellas de vidrio y plástico, y trabajos en relieve pensados para intervenciones en espacios públicos. El profesor recuerda con entusiasmo algunos de estos proyectos: “Aquí se han realizado obras muy bonitas y muy elaboradas. Siempre motivo a los estudiantes para que inventen, para que encuentren maneras nuevas de transformar estos materiales, incluso para que puedan vender sus trabajos si así lo desean”.
La Facultad de Bellas Artes y Humanidades, a través del trabajo constante en sus talleres, demuestra que la creatividad puede ser un vehículo poderoso para la transformación social y ambiental. En estos 15 años de Política Ambiental, sus prácticas evidencian que el arte no solo reconfigura materiales, sino que también inspira nuevas formas de pensar y actuar frente al cuidado del entorno.








