A Tatiana Salazar Marín la define la palabra pasión. Es madre, docente, investigadora y, a partir de hoy, también doctora en Ciencias de la Educación. Es una mujer que aprendió a estudiar y enseñar con el corazón desde la sensibilidad. Su historia está tejida con disciplina, esfuerzo y afecto, y se ha construido en los salones de la Universidad Tecnológica de Pereira, donde actualmente es docente. 

“Soy pereirana, orgullosamente pereirana. La UTP ha sido mi casa. Aquí me formé como licenciada, como magíster y ahora como doctora.” Con estas palabras abre el relato de un camino académico que no ha recorrido sola, sino rodeada de apoyos incondicionales: su hijo Juan Ángel, su esposo, sus padres, colegas y maestros, especialmente Martha Cecilia Arbeláez, quien fue clave en su ingreso al doctorado.

Desde el primer semestre de pregrado en Licenciatura en Pedagogía Infantil, Tatiana tuvo claro su propósito: “Quería una maestría, sabía que necesitaba trabajar para ello. Mis posibilidades económicas eran limitadas, pero mi motivación era inmensa”. Gracias a su rendimiento académico, obtuvo la beca Jorge Roa Martínez, con la cual realizó su maestría en Educación, también en la UTP. La investigación comenzó a ganar terreno en su vida profesional. Empezó a entender que, además de enseñar, podía aportar desde el análisis, desde la reflexión profunda, desde el amor a la academia.

Tiempo después, llegó el doctorado, “un día me dijeron: ‘Profe, hay unas becas de MinCiencias y Colfuturo para doctorado’. Solo quedaban quince días para la convocatoria, y yo no tenía nada listo”, pero la vida suele abrir caminos para quienes no se rinden. Martha Cecilia Arbeláez le dijo «sí» sin dudarlo, y juntas lograron sacar adelante una propuesta sólida y potente, “obtuvimos la beca, porque fue un logro compartido, una construcción en equipo, como todo en mi vida”, asegura.

Durante sus años de formación doctoral, Tatiana no solo escribió una tesis. También crió a su hijo. Embarazada, en el posparto, con trasnochos dobles —los de madre y los de investigadora—, sacó adelante ambos procesos con éxito y mucho amor. “Yo me estoy graduando con un niño de tres años. Terminé mi doctorado en tres años y medio. Le diría a Tatiana, de verdad, qué maravilloso lo que hiciste”, dice, hablándose a sí misma, como quien reconoce que el camino ha sido arduo, pero hermoso.

Como docente de tiempo completo en la Facultad de Ciencias de la Educación de la UTP, Tatiana encuentra cada día nuevas razones para seguir formando desde el amor. Reconoce los retos de la docencia moderna, pero también la enorme responsabilidad de ser referente para los futuros maestros del país. “El mayor reto es llegar al estudiante no solo desde el contenido, sino desde el alma. Enseñar con amor, enseñar con el ejemplo. Eso transforma.”

Por último, Tatiana comparte un mensaje final para todos los estudiantes de la UTP, “para ser maestro —y para ser estudiante— se necesitan tres cosas: disciplina, actitud y amor. La disciplina te da foco. La actitud te mantiene en pie. El amor hace que todo valga la pena.”

Hoy, cuando recibe su título de doctora, Tatiana se gradúa con la certeza del trabajo bien hecho y que su historia inspira. Que en cada paso que ha dado, ha sembrado esperanza, futuro, y sobre todo, humanidad.