La Universidad Tecnológica de Pereira es un lugar que ha sido testigo de miles de historias inspiradoras una de ellas es la de un estudiante que, tras enfrentar dificultades económicas en su juventud, logró abrirse camino gracias al apoyo institucional, la solidaridad de docentes y su propio esfuerzo. Hoy, convertido en líder de gestión social y docente universitario, recuerda su paso por la institución como un testimonio vivo de superación.

A mediados de los noventas Luis Alberto Rojas Franco quien ahora es integrante de la Junta Directiva de la Asociación de Egresados de la UTP, iniciaba a recorrer su camino en un mundo de inagotables experiencias, su inicio fue un camino marcado por las dificultades:
“Mi padre era constructor, pero con los cambios del sector, las empresas constructoras lo desplazaron y nuestra situación económica cambió radicalmente. Yo quería estudiar, empecé bacteriología en Manizales con una beca, pero no pude sostenerla por la condición socioeconómica. Entonces llegué a la UTP”, relata.
Afortunadamente en su camino encontró personas que no lo dejaron solo y le brindaron una mano amiga, gracias al apoyo de la Docente Luz Espinosa, quien se convirtió en su “segunda madre”, logró pagar su primera matrícula. “Ese fue mi bono de matrícula: me entregaron el dinero en billeticos y así empecé mi vida universitaria”, recuerda con emoción.
Karate y liderazgo: la oportunidad inesperada:
A mediados de 1992 buscó trabajo dentro de la universidad. Fue entonces cuando el Coordinador de deportes le abrió la puerta:
“Waldino me preguntó qué sabía hacer. Yo le dije que lo que fuera. Cuando le conté que era cinturón verde en karate, me dijo: felicitaciones, es el nuevo instructor de karate de la UTP. Así nació mi primer trabajo en la universidad”. Pero las cosas no serían fáciles, ya que para recibir un salario debía entonces reunir un número mínimo de estudiantes, así que, con volantes en mano, reunió a 20 estudiantes y comenzó a dictar clases al mediodía en lo que entonces era un improvisado escenario deportivo. “Dábamos clases con los pies llenos de tierra, pero con mucha disciplina y alegría”, recuerda.
El apoyo que marcó su vida:
Además de la monitoría, su sostenimiento estuvo acompañado por actos de solidaridad. “La profesora Luz me recibía todos los días en su casa, me preguntaba por mi familia y me servía el almuerzo. Eso me marcó mucho. Porque el alimento no era solo alimento, era amor, motivación, la fuerza para seguir adelante”.
Hoy, al ver los más de 2.500 estudiantes beneficiados con bonos de alimentación, sonríe porque comprende el impacto humano de estas ayudas.
En resumen, fue un poco así como su paso por la universidad no solo le permitió graduarse, sino también impulsar proyectos de impacto social. Es fundador del Club de la Salud, impulsor del Observatorio de Calidad de Vida y junto a la Dra. Natalia García Zapata fundaron el Centro de Desarrollo Infantil Casita Utepitos, además de participar en la creación del Observatorio de Cibernética Neurosocial.
“Pasé de ser el estudiante que recibía ayudas, a estar del otro lado, aportando como líder de gestión social y docente. Esa es una de las mayores satisfacciones de mi vida universitaria”, afirma siendo una persona que lleva con orgullo el ser egresado de la UTP.
Su vínculo con la Asociación de Egresados de la UTP también ha sido constante desde sus días de estudiante. Ha participado activamente en convenciones, talleres y procesos colectivos, promoviendo siempre la unión.
“Para mí la convención de egresados es un espacio de encuentro y hermandad. Porque la universidad es nuestra alma mater”, asegura.
En estos espacios recuerda uno de sus encuentros con una de sus exmonitoras, hoy Directora del departamento de física en la Universidad Nacional, quien le dijo: “Fui su estudiante y ahora lideró a nivel nacional», en este espacio junto a la Ing. Paula Andrea Villa Sánchez quien es la representante de los egresados ante el consejo superior, nació la estrategia de héroes cotidianos, con el fin de recolectar y narrar historias de egresados que con sus labores impactan y transforman vidas.
Al mirar en retrospectiva, no duda en reconocer que la misión de la universidad transformó su existencia:
El lema de la UTP, «Ciencia y Técnica por la Humanidad bajo la Tutela de la Libertad», un conocimiento que realmente transforma la vida. Y yo soy prueba de ello.
Este pedacito de su historia refleja el espíritu de la UTP: una institución que no solo forma profesionales, sino seres humanos integrales, capaces de devolver a la sociedad lo recibido.