La Universidad Tecnológica de Pereira tiene historias que se entrelazan con la ciudad, con sus familias, con sus sueños. Esta semana, una de esas historias volvió a caminar por sus pasillos. Álvaro Ramírez Roa, ingeniero civil, especialista en vías y transporte, llegó como docente al programa de Ingeniería Civil de la Facultad de Mecánica Aplicada. Pero su llegada no es solo profesional: es profundamente simbólica. Álvaro es nieto de Jorge Roa Martínez, el fundador y primer rector de la UTP.

“Siempre quise estar en la universidad”, dice con una mezcla de emoción y serenidad. Durante años, desde su trabajo en consultoría, ha formado profesionales en el campo, y muchos le insistían: “Ingeniero Álvaro, usted debería ser profesor”. Hoy, esa vocación se materializa en el aula, en la clase de Introducción a la Ingeniería Civil, donde comparte no solo conocimientos, sino también una visión de país.

Su formación comenzó en el colegio Calasanz de Pereira, y luego, ante las dificultades de acceso a la educación superior en la ciudad en aquella época, estudió en la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito, en Bogotá. Allí se formó con rigor técnico y humano, y más adelante complementó su perfil con una especialización en administración. “La evolución natural de quienes crecen en la ingeniería”, comenta.

Pero Álvaro no solo ha sido ingeniero de campo. Ha participado activamente en gremios, asociaciones, juntas de planeación e infraestructura. Como vicepresidente de la Asociación de Ingenieros de Risaralda, ha promovido una visión más práctica e innovadora de la ingeniería. “Necesitamos ser competitivos, creativos, eficaces. El sector público limita, y el privado aún no comprende del todo el valor de innovar”, afirma.

Su regreso a la UTP está cargado de sentido. “Estoy aquí más que fascinado”, dice. “Quiero continuar el legado social de mi familia. Mi abuelo tenía una visión clara: mejorar la calidad de vida de las personas, y la educación era el camino”. Esa visión, transmitida por su madre, Patricia Roa Drews, lo ha acompañado siempre. “La técnica y la humanidad deben ir de la mano. No se pueden desligar”.

En el aula, Álvaro busca despertar en sus estudiantes la conciencia de que la ingeniería no es solo cálculo y estructura. Es historia, es humanidad, es evolución. “La ingeniería existe desde hace más de 3.500 años. El ser humano siempre ha sido inteligente. No desperdiciemos esa capacidad”.

Hoy, el apellido Roa vuelve a resonar en la universidad. No como un recuerdo, sino como una presencia viva, comprometida con el conocimiento, con la ciudad, con el futuro. Álvaro Ramírez Roa no solo enseña: honra una raíz profunda que sigue floreciendo en las aulas de la UTP.