Su niñez la vivió en el Barrio la Alameda de Cuba. El INEM Felipe Pérez le dio un arte para sobrevivir con su especialidad en Construcciones, pero no las uso. El deporte, el físico-culturismo y el modelaje le dieron las bases económicas para estudiar en universidad privada. Llegó a la UTP como docente en 1997 donde ha construido su vida profesional y familiar.

Giovanni Arturo López Isaza lleva 28 años en la Universidad Tecnológica de Pereira. Profesor e investigador de la Facultad de Tecnología, adscrito al programa de Tecnología Industrial, se posesionó el 21 de julio de 1997 con una convicción que cultivó desde siempre, de que su lugar estaba en la academia.
Su historia profesional no comenzó en un aula, sino en el mundo laboral: trabajó en Colgate-Palmolive, en la Gobernación de Risaralda, en la Unidad Departamental Especializada de Cofinanciación (UDECO) y fue asesor del Instituto Risaraldense de Cultura. Sin embargo, la inquietud intelectual lo empujaba hacia otro destino. “Yo siempre me veía como profesor”, recuerda. Ese llamado encontró cauce en la UTP, donde construyó un camino académico y personal inseparables.

El despertar de la curiosidad tecnológica
Estudiando Administración de Empresas en la Universidad Católica Popular de Risaralda, un profesor de Economía encendió la chispa: Carlos Arturo Botero Arango, quien transmitía con pasión la importancia de la gestión tecnológica. Giovanni, fascinado, comenzó a leer, a buscar en hemerotecas, a asistir a seminarios sobre empresas de base tecnológica. Esa semilla creció hasta convertirse en una vocación: comprender y enseñar cómo la ciencia, la tecnología y la innovación transforman sociedades.

“Un administrador de empresas que valore la tecnología —dice Giovanni— también se preocupa por desarrollar capacidades en las organizaciones. Muchas quebraron en los años 90 porque no entendieron los cambios que trajo la apertura económica, lo mismo ocurrió con los TLC en la primera década del siglo XXI y ahora hay mucha expectativa con la Inteligencia Artificial. Nosotros, como sociedad, solemos resistirnos al cambio. Pero la invitación es a ser artífices del cambio, no solo a reaccionar a él”.
Entre lo análogo y lo digital
Giovanni ha vivido la transición de lo análogo a lo digital. Ese paso, afirma, cambia la manera de ver el mundo. Y ahora, con la inteligencia artificial, el reto se multiplica:
“Una IA puede ser un asistente que nos optimiza procesos, pero si dejamos que piense por nosotros, nos inhibe. El reto está en humanizar la tecnología, en usarla para potenciar al ser humano, no para reducirlo”.

El aula como seminario
En sus clases, Giovanni se sienta en mesa redonda con los estudiantes. Practica el modelo del seminario alemán: él aporta materiales —muchos fruto de sus investigaciones publicadas en revistas indexadas y libros— y los estudiantes construyen significados a partir de ellos. “Soy un par con ellos”, indicó. “Yo aprendo de mis estudiantes y ellos de mí”.
Además de asignaturas como teorías organizacionales, organización industrial o introducción a la tecnología, fue uno de los impulsores del curso de Comunicación oral y escrita, diseñado para fortalecer las competencias comunicativas de los estudiantes de primer semestre. También creó un seminario especializado en innovación, nutrido con sus propios hallazgos investigativos.
Su labor académica trasciende fronteras: ha sido profesor invitado en doctorados de Panamá la Universidad UMESIT y de la Universidad de Panamá; y en Florida EEUU en University of Technology and Education, y conferencista internacional en varios países. “Todo esto ha sido posible gracias a la ruta que me permitió construir la UTP”, manifestó.
La universidad como hogar
Para Giovanni, la UTP significa posibilidades. No solo para él, sino para su familia: su esposa es profesora y magíster de la institución, sus dos hijos son egresados de programas de ingeniería. “Toda mi familia ha sido tributaria de lo que ofrece la universidad. Por eso, para mí, la UTP es felicidad y realización”.
Él mismo, proviene de un hogar humilde en el barrio Cuba, logró construir un proyecto de vida gracias a la educación. Recuerda sus años en el INEM Felipe Pérez, donde estudió construcciones, practicó atletismo y lucha, y trabajó como instructor en gimnasios de la ciudad. Con ese esfuerzo pagó gran parte de sus estudios universitarios.
Esa disciplina lo llevó incluso al modelaje —pasarela, físico-culturismo, concursos por ejemplo el de Mis Tanga que se hizo en la ciudad “En ese evento, los organizadores pensaban que era necesario además del desfile de mujeres uno de hombres, para que el atractivo fuera completo”, pero supo que su camino estaba en otro lugar: “El mundo del fisiculturismo cosifica, y el del modelaje también. Yo quería otra cosa, yo quería crecer a través del estudio. Esa fue mi ambición intelectual”.
Dolor y resiliencia
Su vida también estuvo marcada por un hecho doloroso: la pérdida de una hermana, estudiante de la UTP, en una creciente súbita de la quebrada La Cristalina, en La Florida. Estaba de paseo con compañeros de grado 11 y fueron varias las víctimas. Giovanni estuvo en las labores de rescate. Una experiencia que, reconoce, lo marcó profundamente y reafirmó su amor y reconocimiento por la familia.
Tres momentos de felicidad
Para Giovanni, hay tres momentos que lleva como huella en el alma:
- Cuando sus hijos se graduaron de la UTP
- Cuando su esposa recibió su título de magíster
- Cuando él mismo obtuvo su doctorado en Ciencias de la Educación.
Esos tres momentos resumen lo que significa para él la universidad: un lugar donde la vida personal y la profesional se entrelazan en un mismo proyecto.
La ambición intelectual
Giovanni habla de su “ambición intelectual” como otros hablan de un motor vital. Una fuerza que lo llevó de los gimnasios y las pasarelas a los libros, a la investigación, a la academia. “La lectura y la investigación son también una forma de liberación espiritual”, afirma. Y esa convicción lo acompaña hasta hoy, después de casi tres décadas de trabajo en la Universidad Tecnológica de Pereira.