De origen campesino, formado en lo público: escuela, colegio y universidad. Al que le tocó rebuscarse en sus tiempos libres para ayudarse en la educación superior, al que le tocaba vivir como mínimo 3 horas diarias en un bus urbano, pero el que entendió que en formarse estaba el giro de la vida que soñaba. Eso también lo entendieron sus padres con él y con sus hermanos y con esfuerzo hicieron que ellos fueran profesionales.

Es Leonel Arias Montoya un ingeniero industrial que encontró en el proceso de reconstrucción del Eje Cafetero (posterior al terremoto de 1999) la manera de regresar a la UTP, pero ya como docente.

Habla de la Universidad Tecnológica de Pereira como si hablara de su propia casa. Y lo cierto es que lo ha sido: allí estudió, allí se formó, allí se quedó para ejercer su vocación como docente y, hoy, como decano de la Facultad de Ciencias Empresariales. Al sumar cuentas, lleva 28 años entre su vida estudiantil y profesional en la institución, más los diez que dedicó a la empresa privada antes de regresar al campus.

Sus inicios laborales

Su camino empezó en la industria. Tras graduarse como ingeniero industrial, trabajó en Coca-Cola, Colpapel y Gaseosas Glacial. Era la época de aplicar lo aprendido en la universidad con disciplina y rigor. “Lo apliqué al 100%, y ese fue el éxito en mi vida profesional”, recuerda, convencido de que la formación recibida fue determinante para desenvolverse en el mundo empresarial.

Su llegada a las UTP

El regreso a la UTP tuvo un episodio particular: el proceso de reconstrucción del Eje Cafetero posterior al terremoto de 1999 . En el año 2000, a través del FOREC, fue vinculado como auditor. Ese puente lo devolvió a la vida universitaria y, poco a poco, a la docencia. Ver a sus jefes de entonces, William Ospina Garcés y Jorge Ernesto Duque, dictar clases lo fue contagiando. Fue precisamente el decano Duque quien lo invitó a enseñar. La primera asignatura fue Contabilidad de Empresas, en el área financiera. Desde ese momento no volvió a apartarse del aula.

Con los años, su papel en la facultad se amplió. Estuvo al frente de la maestría en Administración Económica y Financiera durante siete años; lideró la creación de la especialización en Gerencia de Proyectos y de la maestría en Gestión y Dirección de Proyectos. Su participación en el Grupo de Administración del Desarrollo Humano y Organizacional lo llevó a congresos,  a eventos internacionales y a la investigación: Estados Unidos, España, Portugal, Francia, México y distintas ciudades de Colombia fueron escenarios donde compartió su experiencia académica.

Hoy, como decano, acompaña a una facultad que ha crecido y se ha reinventado. Son diez programas de posgrado en marcha, un nuevo pregrado en Administración de Empresas —único en universidades públicas de la región— y propuestas recientes en inteligencia artificial y ciencia de datos. Desde el consultorio empresarial y la unidad de proyectos, los estudiantes y profesores aportan soluciones concretas a micro y pequeñas empresas, fortaleciendo el vínculo con el entorno. “No somos una universidad que se mira hacia adentro, trabajamos para solucionar problemas del entorno”, asegura.

Una facultad con mucha armonía

Sin embargo, más allá de cargos y títulos, Leonel valora lo humano. “Lo más bello es la familiaridad de la gente, el trato con los estudiantes, sentirse bien recibido. En nuestra facultad hay mucha armonía”. Esa cercanía le ha permitido formar en ética y en valores, convencido de que la honestidad académica es la base de cualquier profesional. “Yo doy oportunidades, pero también soy claro: la trampa no se tolera”, manifestó.

De donde viene Leonel Arias

Su historia personal está marcada por el esfuerzo. Tuvo su infancia en Belén de Umbría, en una familia campesina donde el trabajo del padre en la finca y la dedicación de la madre en casa se transformaron en el logro de ver a todos los hijos convertidos en profesionales: un médico, un ingeniero electricista, un economista, una licenciada, y él, ingeniero industrial. Desde su pre adolescencia su familia se trasladó a Pereira al barrio Cañarte, desde allí iba a estudiar su bachillerato al Colegio Rafael Uribe Uribe en Invico . Como estudiante, viajaba en bus urbano durante más de una hora, trabajaba en lo que podía y a veces debía caminar hasta el centro de Pereira para poder almorzar. “Eso lo forma mucho a uno”, explicó.

El Valor de la UTP

La universidad, dice, le ha dado todo: la formación de pregrado, las dos maestrías y el doctorado financiados, los viajes, el afecto de colegas y estudiantes, y hasta la posibilidad de compartir vida académica con su esposa, también profesora de la institución. “La universidad me lo ha dado todo: estudio, formación, cariño, amor. Aquí me siento en otro hogar”.

Hoy, aunque dedica gran parte de su tiempo a los procesos de calidad y a las acreditaciones que mantienen a la facultad en alto nivel, confesó un deseo sencillo: volver a ser docente de tiempo completo. “De docente soy muy feliz. Yo añoro ser docente 100%”.

Cuando se le pregunta qué significa para él la UTP, responde sin dudar: “Es una ciudad donde se vive en armonía, donde todo es ameno. En la facultad hay un ambiente muy familiar, con cariño entre estudiantes y profesores. Eso lo hace único”.