En un ambiente cargado de memoria, afecto y orgullo, la Universidad Tecnológica de Pereira celebró los 30 años de la Licenciatura en Etnoeducación, adscrita a la Facultad de Ciencias de la Educación, una conmemoración que no solo revisita el origen y evolución de un programa pionero en la formación de profesionales para la diversidad cultural del país, sino que reafirma su profundo impacto en los territorios  étnicos en la ruralidad colombiana y en los territorios urbanos con población procedente de dichos territorios, como es la ciudad de Pereira.

A pesar de que hoy el programa no se encuentra recibiendo nuevas cohortes en su modalidad presencial en Pereira, esta se asumió con como un acto de reconocimiento a una apuesta académica audaz que transformó vidas, comunidades y visiones sobre la educación en contextos culturalmente diferenciados, durante tres días en los cuales se celebraron actos académicos en las instalaciones de la universidad con la participación de docentes, egresados y estudiantes del programa.

La Dra. Clara Inés Grueso Vanegas, directora de la Escuela de Ciencias Sociales de la UTP, lo resume con claridad:

«Podemos permitirnos la nostalgia, pero no la melancolía. Porque la realidad es que aquí se hizo un aporte muy significativo a la nación colombiana. Muchos de nuestros Muchos de nuestros profesionales de la etnoeducación están desarrollando un importante aporte educativo en las comunidades, organizaciones e instituciones educativas. El legado permacerá vivo por intermedio de 749 egresados graduados que están realizando su trabajo, dispersos por el territorio nacional y algunos en contextos internacionales.»

Y es que hay mucho por celebrar:  621 egresados en la denominación del programa en  Etnoeducación y Desarrollo Comunitario y 128 en Etnoeducación que han salido de las aulas de este programa, no solo para desempeñarse como docentes, sino para liderar procesos sociales en comunidades afrodescendientes, indígenas y campesinas, en ONG’s, instituciones educativas, resguardos, territorios colectivos y espacios urbanos marcados por la interculturalidad.

Una pedagogía de la experimentación  

El docente Héctor Hernando Quintero Gómez, también adscrito a la Escuela de Ciencias Sociales, ofrece una mirada complementaria, más íntima, sobre la evolución del programa. Para él, la Licenciatura en Etnoeducación fue un espacio de experimentación pedagógica, de construcción colectiva entre docentes y estudiantes con una trayectoria fuerte en lo comunitario y lo social.

“Los primeros egresados eran líderes sociales, líderes comunitarios. Su experiencia enriquecía las clases y, junto con los docentes, construimos algo único. Las aulas se convirtieron en espacios de creación, donde se gestaban propuestas desde la música, el teatro, la oralidad, el activismo y el reconocimiento de lo étnico y lo popular.”

Con el tiempo, y por decisiones administrativas, el programa entró en un proceso de desmonte paulatino. La reducción de la demanda, cambios generacionales en el perfil de los estudiantes y transformaciones en la política educativa obligaron a repensar su viabilidad. Sin embargo, como enfatizan sus docentes, el programa sigue vivo. Se encuentra registrado ante el Ministerio de Educación, con su acreditación de alta calidad obtenida en 2017, listo para activarse nuevamente cuando el contexto lo permita.

Más allá de una licenciatura

Esta celebración fue, además, un reencuentro emotivo. Docentes y egresados compartieron anécdotas, trayectorias y afectos acumulados durante décadas. El profesor Quintero lo vivió así:

“Nos volvimos afectuosamente cercanos. Se creó un lazo que permanece. Cuando te encuentras con los egresados, sientes esa amorosidad profunda. Ellos agradecen, nosotros también. Ese es el verdadero sentido de nuestra labor como docentes.”

A lo largo de su historia, el programa también se extendió más allá de Pereira, con experiencias satelitales en municipios como Quinchía, Mistrató, Riosucio, San Lorenzo y Condoto, donde se formaron nuevas generaciones de etnoeducadores, muchas veces dentro de sus propios territorios.

Una antorcha que no se apaga

Treinta años después, la Universidad Tecnológica de Pereira celebra no solo el nacimiento de una carrera, sino el surgimiento de una comunidad educativa transformadora. Una comunidad que comprendió, desde su inicio, que educar no es solo transmitir conocimiento, sino tejer sociedad desde la diferencia, el respeto, la resistencia y el amor.

Aunque el programa haya cerrado su convocatoria por ahora, la etnoeducación como apuesta, como práctica y como memoria sigue encendida. Porque, como afirman sus protagonistas, la antorcha se pasa, pero la luz permanece.