A Campo Elías González Pineda lo trajeron a la Universidad Tecnológica de Pereira unas palabras que, aunque simples, fueron contundentes: «Preséntese a un concurso docente que acaban de abrir en la UTP, hombre anímese, que esa universidad es buena». Se presentó, ganó el concurso docente y hoy completa 24 años enseñando matemáticas, viviendo entre números, operaciones, geometría, curvas de persecución, ah, y también jugando fútbol y siendo un orgulloso animalista.



Nacido en Cali, aprendió desde niño a convivir con las dificultades, especialmente una grave condición visual que no lo detuvo: “no sé en últimas cómo hice para estudiar, porque literalmente no veía”, dice, con una honestidad sin drama que también lleva a sus clases. Fue operado, y aunque su vista no le permitió hacer un doctorado, sí le permitió dedicarse por completo a la vida académica. Se graduó del Colegio Técnico Municipal de Cali y luego estudió en la Universidad del Valle, a la que llama su madre patria académica. Allí cursó la Licenciatura en Matemáticas y Física y una Maestría en Matemáticas Puras. Pero es a la UTP a la que llama su madre entrañable: “la mejor de las madres para mí”, dice, sin titubeos.
Los primeros días en Pereira no fueron fáciles. La ciudad fría y lluviosa contrastaba con la Cali cálida y solar de donde venía. Pero con los años aprendió a quererla, a entender sus ritmos, a disfrutarla. A Campo Elías lo fueron moldeando los días, las aulas, el paisaje del campus. Y también los estudiantes. “Después de que uno se adapta a la ciudad, ya no la cambia por nada”.
Su huella en la UTP ha sido constante. Fue director de la Licenciatura en Matemáticas y Física durante diez años, periodo en el que logró dos acreditaciones de alta calidad y posicionó el programa entre los mejores del país. Viajó, evaluó como par académico, fortaleció redes, y sobre todo, formó docentes: “fue una época muy bonita”, recuerda. Aunque el programa fue cerrado por decisiones del Ministerio de Educación Nacional, durante la gestión de Gina Parody, celebra que hayan surgido nuevos programas en Física y Matemáticas Puras, con énfasis en computación científica y tratamiento de imágenes, diseñados para responder a los desafíos actuales de la ciencia.
Sus líneas de investigación lo han llevado por la geometría, la teoría de números y la formación básica. No presume de sus publicaciones ni de sus logros: “no son trabajos de un top, influenciar en esas áreas es muy difícil”, afirma con humildad. Pero se ilumina cuando habla de enseñar. Es ahí donde su pedagogía cobra sentido. Ha transformado el modelo de evaluación: “yo les digo a los estudiantes que cuando entran al curso ya ganaron la materia, que el problema es de ellos aprender”. Apela a la conciencia, al compromiso, a la analogía clara: uno quiere que un médico sea bueno, entonces uno también debe ser bueno en lo que hace.
También enseña fuera del aula. Desde hace 14 años invita a sus estudiantes a jugar fútbol. No como pasatiempo, sino como parte del aprendizaje: “eso ayuda a estar bien, quita presiones, fomenta el compañerismo”. Y sí, también ahí aplica las matemáticas: “cuando un jugador persigue a otro, eso se llama una curva de persecución, son ecuaciones diferenciales”, explica, mientras traza con palabras esas tangentes invisibles entre el juego y la ciencia.
En sus tiempos libres hace ejercicio, camina con sus perros adoptados, monta bicicleta, ve documentales. Lee lo que le permite su vista. A veces comparte esas lecturas con los estudiantes y les pone décimas para la nota por comentar lo leído. Ha construido una forma de enseñar que mezcla rigor, humor, diálogo y humanidad.
No le gusta hablar mucho de sí mismo, pero cuando lo hace, lo hace con honestidad y sencillez. Dice que ha tratado de darle a la universidad lo mejor que tiene: formación con sentido ético, compañerismo, crítica constructiva. Se reconoce animalista y le interesa que la universidad también proteja a las especies que la habitan: “hay unas familias de lobos en la universidad que deberían tomarse más en cuenta para preservar la especie”.
Y cuando se le pregunta qué le ha dado la universidad, responde con una sola palabra que lo resume todo:
felicidad.
“Aquí se trabaja muy bien. Aquí no tiene uno presiones psicológicas. Aquí uno puede trabajar libremente. Vivo muy feliz en la universidad”.