La Universidad Tecnológica de Pereira está conmovida por la reciente partida del ingeniero Saúl Villabona García, cuyo legado permanece vivo en cada rincón del campus. Su vida, entre las aulas, los talleres y las miradas de los jóvenes que formó, dejó una huella imborrable. Graduado en 1968 como ingeniero mecánico, Villabona no fue solo un académico; fue un hombre que conjugó su pasión por la docencia con una vida marcada por el rigor, la disciplina y un profundo sentido del deber.

Sergio Cabrera
Sergio Cabrera

Su historia comienza en Bucaramanga, su ciudad natal, donde desde joven mostró una inclinación natural por las ciencias exactas y el trabajo meticuloso. Esa pasión lo llevó a ingresar a la Universidad Tecnológica de Pereira, en la Facultad de Mecánica Aplicada, donde se destacó por su disciplina y dedicación. Tras graduarse con éxito, su primer destino profesional fue Sogamoso, en las emblemáticas Acerías Paz del Río, donde forjó su carácter y consolidó su carrera. Durante años se dedicó a su labor con entrega inquebrantable, impartiendo clases en Duitama por las noches, siempre fiel a su vocación de enseñar y compartir su conocimiento.

El 6 de octubre de 1975 marcó un punto de inflexión en su vida: el llamado de la Universidad Tecnológica de Pereira, en específico de la Facultad de Mecánica, encontró en Villabona a uno de sus pilares más sólidos. Ese mismo día, bajo el mismo cielo, Eduardo Santos Mosquera, amigo entrañable y colega, también respondió al llamado de la universidad. Ambos llegaron a Pereira con la esperanza de compartir sus experiencias y conocimientos con una nueva generación de ingenieros. Fue un reencuentro cargado de emoción, abrazos sinceros y miradas cómplices, conscientes de que el destino los había reunido nuevamente.

Villabona no tardó en convertirse en un referente dentro de la Facultad de Ingeniería Mecánica. Su dedicación, meticulosidad y carisma lo llevaron a ser decano en dos ocasiones. Su gestión fue, en palabras de su amigo Eduardo, “impecable, equilibrada y disciplinada”. No hubo problemas ni tensiones, solo una constante voluntad de mejorar, de hacer crecer la facultad y de formar a los futuros ingenieros con el mismo rigor que él había aprendido en su juventud. Siempre fue un hombre fiel a sus principios, alguien que veía en la educación una misión sagrada.

Más allá de sus logros profesionales, Saúl era un hombre profundamente humano. Su vida personal reflejaba su carácter: un matrimonio feliz, una vida familiar tranquila y una religiosidad que compartía con su esposa. Juntos iban a misa, juntos hacían planes, y nunca hubo discordias entre ellos. Era, como lo recuerda Eduardo, “un hombre condescendiente, comprensivo, siempre dispuesto a escuchar y a estar al lado de su esposa”. Hasta el final, su relación fue un ejemplo de amor y compañía mutua.

Su legado académico perduró más allá de su jubilación. Aunque oficialmente se retiró en 1998, su pasión por la enseñanza lo mantuvo vinculado a la universidad como catedrático hasta poco antes de la pandemia de 2020. “Él estuvo más tiempo que yo”, comenta Eduardo, quien también se mantuvo como profesor durante años tras su retiro. Villabona continuó educando, compartiendo su conocimiento y experiencia con generaciones de estudiantes que hoy recuerdan su puntualidad, compromiso y amabilidad. Nunca faltaba a clase, y si algún alumno necesitaba un libro, él era el primero en ofrecerlo. Fue, en palabras de su colega, “un hombre que no le negaba nada a nadie”.

A lo largo de su vida, Saúl no solo dejó una marca en sus estudiantes y colegas, sino también en la Asociación de Profesores y Jubilados de la UTP, donde participó activamente hasta sus últimos días. “Nosotros éramos como hermanos”, dice Eduardo, y esa cercanía se mantuvo hasta el final. Conversaban todos los días, compartiendo no solo recuerdos, sino también preocupaciones y alegrías. Incluso cuando la vida les presentó el inevitable dolor de la pérdida, se acompañaron mutuamente, demostrando que las verdaderas amistades no conocen de tiempos ni distancias.

Hoy, la UTP celebra su vida. El legado de Saúl Villabona García no se mide en títulos ni en cargos, sino en la influencia que ejerció sobre quienes lo conocieron, en las lecciones que impartió tanto en el aula como en la vida. Su partida deja un vacío profundo, pero su memoria sigue viva en cada rincón de la universidad. Villabona no solo fue un maestro de mecánica, fue un maestro de vida, y su ausencia será sentida por mucho tiempo.

En el último acto de su vida, Saúl, fiel a su costumbre de cumplir con su deber hasta el final, nos deja una lección más: la entrega total a lo que amamos, a las personas que nos acompañan y a la misión encomendada. Su vida fue firme, resistente y duradera. Y aunque hoy no esté presente, su legado perdurará en el tiempo.

La Misa de Cenizas de Docente Jubilado Saúl Villabona García, será este viernes 13 de septiembre de 2024 a las 10:00 de la mañana en la Iglesia San José frente al Hotel Movich de Pereira