Llegó a la UTP terminando su adolescencia. Son 40 años viviendo la universidad, de sus 58 de vida. Era considerado un nerd, se la pasaba estudiando todo el tiempo. Aprendió de anatomía desde niño, viene de herencia de médicos. Y su vida la iluminan su esposa, sus hijas y sus estudiantes. ha sido profesor, decano, compañero y parte del crecimiento de la Facultad de Ciencias de la Salud.




Samuel Eduardo Trujillo Henao llegó por primera vez el 25 de julio de 1985, cuando vino a inscribirse como primíparo de Medicina. Recuerda que se bajó de la buseta y se sintió perdido, se encontró con las canchas Canarias y de resto potreros y bosque. Preguntó dónde quedaba Registro, alguien lo orientó, en medio de la confusión se encontró a Flavio César Arroyave, compañero suyo, ya fallecido recientemente, quien lo acompañó hasta completar la matrícula. “Desde ese momento conocí el campus, tan verde y tan bonito. Eso me encantó”.
La universidad de aquellos años
La UTP de esa época tenía menos de tres mil estudiantes. “Nos conocíamos todos”, recuerda. Había torneos: de voleibol, futbol y baloncesto por facultades, a él le gustaba el Voleibol, fue una vida estudiantil pequeña y cercana. Reconoce que era “nerd”. Estudiaba todos los días, disfrutaba el conocimiento, se movía entre la biblioteca —ubicada donde hoy está Gestión Tecnológica o Sisemas y el CRIE—, los salones y el campus. “Yo me la pasaba acá estudiando, entonces aprendí a querer la U”.
La formación en Medicina no era sencilla. Aunque nunca perdió asignaturas, vivió momentos decisivos: un cambio que lo llevó a repetir básicas para prepararse mejor antes de llegar al hospital; una enfermedad que lo dejó en 2.9 en Farmacología; la decisión personal de repetir la materia para volver a estudiar con calma. “La repetí muy contento, porque prefería tener la certeza de que había aprendido”.
En el hospital vivió una etapa intensa. “Los médicos de planta en el Hospital San Jorge eran reducidos , entonces la continuidad la dábamos los estudiantes”. Los turnos eran permanentes y desde quinto semestre ya estaban al frente del cuidado de los pacientes, aprendiendo con responsabilidad y exigencia.
La anatomía como destino
Aunque cada semestre encontraba algo que le despertaba interés, hubo una inclinación que lo acompañó siempre: las ciencias básicas. Desde los 11 años, por la influencia de dos tíos médicos con quienes convivía, se había acercado a la anatomía, revisando libros y dibujos. “Yo digo que estudio anatomía desde los 11 años”.
En la universidad fue cofundador del semillero ACEMRIS. Compitió amistosamente con Jorge Machado sobre quién se convertiría primero en profesor. A Jorge lo nombraron en 1992; Samuel llegó un año después, en 1993. Su ruta docente se consolidó con tres vertientes que mantuvo durante décadas: Ciencias Básicas, Morfología y Educación Médica. “Ese es mi medio. Es el agua en la que puedo nadar más tranquilo”. Tiene una frase que resume esa vocación:
“La anatomía es la antorcha que ilumina el camino por donde va el bisturí”.
A lo largo de su carrera, combinó la docencia con la formación continua: especialización, maestría, diplomados y participación en proyectos de educación médica, células madre y farmacogenética.
El paso por la decanatura
Con el tiempo asumió cargos administrativos. Fue jefe del área de Ciencias Básicas durante nueve años, director de programa y miembro del equipo de Educación Médica. En 2004 lo eligieron decano, decisión que marcó un hito: fue el primer egresado en ocupar ese cargo en la Facultad de Ciencias de la Salud.
“Yo no dimensioné lo que significaba. Pero cuando me posesioné, los profes empezaron a llegarme a decir que reconocían eso”.
Su gestión acompañó procesos decisivos: la proyección de la sede de clínicas, la creación de varios posgrados —entre ellos el de urgencias, cuyo primer borrador escribió en 2010— y el fortalecimiento académico de la facultad. “Fueron 19 años con funciones administrativas”, dice. Desde 2018 se dedicó por completo a la docencia.
Bibiana y la vida en compañía
Parte esencial de su historia es Bibiana Murillo, su esposa. ¿Desde cuando está ella en su vida?, se le preguntó y su respuesta fue significativa: “Es que nunca se ha ido. Nunca hemos sido solteros”, dice con afecto y amor profundo. Fueron compañeros de estudio, amigos dos años, novios y, finalmente, esposos en 1989. Ella se dedicó a la microscopia, él a la macroscópica; casi no coinciden en el campus, pero han construido juntos una vida que atraviesa la existencia universitaria. Es de esos amores o afectos que se construyen para la eternidad.
Sus dos hijas son hoy una mezcla de ambos. Samuel reconoce con humor que es “Alcahueta” y que ellas son quienes le “aprietan la rienda”. Le enseñaron a valorar la espiritualidad, tema que antes no atendía con la misma intensidad. De cada una habla con orgullo y emoción.
Ser profesor
“¿Qué tipo de profesor creo que soy? Yo creo que toca preguntarle a los estudiantes”, dice entre risas. Pero sí tiene claras algunas convicciones: llegar con ánimo, preparar las clases, explicar con tranquilidad, buscar diferentes formas de enseñar. “Ya del estudio de la educación uno aprende que hay diferentes formas de hacerlo”.
Abandonó la clase demasiado rígida por dinámicas que integran variascosas: noticias recientes, clínica, vida cotidiana. No le tiene miedo a no saber una respuesta: “A mí no me perturba. Cuando me corchan, le digo al estudiante, se la respondo la otra semana”.
Lo que guarda de la UTP
Del campus le gusta todo: las aves, las flores, el verde, el ambiente. “Es un pulmón de la ciudad”. De la comunidad, su carácter: estudiantes, profesores y administrativos que han construido una cultura institucional sólida. Considera que la UTP ha logrado blindarse de muchos problemas que vio como decano en otras universidades del país.
Tres momentos destacan en su memoria.
El primero, su grado como médico: “A mí se me quitó la gastritis cuando me entregaron el diploma; me gradué con mi hija en los brazos”.
El segundo, su posesión como decano: Por lo que significó para los egresados, fue el primer egresado que llega a la decanatura.
El tercero, más que un día, una etapa: la construcción de proyectos colectivos en los que todo el equipo se movía hacia adelante sin necesidad de insistir.
Una vida entera n la UTP
“Son 40 años de los 58 que tengo”, resume. No tiene otros trabajos aparte de la universidad, no tiene negocios, no ha buscado caminos por fuera. Su familia y su vida profesional han estado siempre ligadas a la UTP.
“¿Qué me ha dado la universidad? Todo”.
En su perfil de WhatsApp tiene una frase que parece resumir lo esencial: “Dejar buenos recuerdos”. Eso intenta cada día, con su familia, en sus clases, en la forma en que acompaña a sus estudiantes y colegas.








