Si hay en la UTP alguien que conoce hasta el último detalle de los entornos de Apple o equipos Mac es él. Es un salvavidas cuando de recuperar información de un disco duro siniestrado se trata. Su conversación suave, pero fluida lo hace especial. Las matemáticas III no lo dejaron graduar, luego hizo 6 semestres de la licenciatura en  matemáticas y física, no culminó, pero se demostró a sí mismo que no se doblegaba ante los números.

Miguel Ángel Gómez pertenece al equipo de soporte técnico de la Universidad Tecnológica de Pereira, en el área de Gestión de Tecnologías Informáticas y Sistemas de Información. Su historia con la institución, sin embargo, no se limita al trabajo: son ya más de treinta y cinco años de una relación en la que han fluido: estudio, pasión por la tecnología, descubrimientos y una felicidad cotidiana que él mismo reconoce con gratitud.

“Yo ingresé a estudiar en el año 1990, pero realmente venía desde antes porque mis hermanos también habían pasado por la universidad. Un hermano estudió Ingeniería Eléctrica, una hermana Ingeniería Industrial y otra Artes Plásticas. Así que cuando llegué, de alguna forma ya tenía un camino trazado”.

Él mismo se matriculó en Ingeniería Eléctrica, aunque pronto descubrió que las matemáticas y las físicas eran un obstáculo casi infranqueable. “Me dieron muy duro, eso era muy raro, muy difícil. En esa época había profesores de mucho rigor: Vallejo, Carlos Mora, Miguel Álvarez, Pompilio. Y recuerdo también con cariño a Clemencia González, en inglés. A todos ellos les aprendí bastante”.

Las matemáticas fueron un jaque mate. Primero en Ingeniería, luego en Tecnología Eléctrica. “Hasta que pensé: si no aprendo matemáticas y física, no termino nada. Entonces decidí estudiar Matemáticas y Física, como un reto personal. Llegué hasta sexto semestre, pero ya trabajaba en la universidad y el tiempo se inclinó más hacia las responsabilidades laborales que hacia el estudio”.

El camino hacia la tecnología

La historia laboral de Miguel Ángel empezó en un punto de inflexión para la universidad y para la tecnología en el país. “La primera vez que me contrataron fue para capacitar administrativos y docentes en el manejo del sistema operativo de Macintosh. Yo lo conocía desde el colegio, porque en el Centro de Informática que administraba la UTP, en el Lago, tuve acceso a esos computadores. A mí me sorprendió que una máquina tan pequeñita pudiera hacer tanto. Mientras los demás lo veían como un juguete, yo descubrí que podía programar y crear aplicaciones. Aprendí todo: manuales, programación, escáner, diseño. Y cuando vieron que yo sabía, me pidieron que compartiera ese conocimiento. Así fue como empecé aquí”.

De allí pasó al soporte técnico. “Me cautivó la oficina, el acceso a tecnología de punta, algo que no había en ninguna otra parte. Por eso me quedé. La UTP me ofrecía lo que más me apasionaba: estar siempre a la vanguardia”.

Entre el planetario y los nuevos medios

Miguel Ángel no se limitó al soporte técnico. Desde muy temprano encontró en la universidad un espacio para sus pasiones. “Siempre me encantó la astronomía. En segundo semestre ya era monitor del Planetario, gracias al profesor José Darío Rodríguez, que me abrió las puertas. Y allí estuve todos mis años como estudiante”.

Al mismo tiempo se vinculó a un grupo de investigación en nuevas tecnologías aplicadas a la educación superior, donde trabajó en la creación de contenidos multimedia junto a Álvaro Ángel Orozco y el Centro de Recursos Educativos. Ese trabajo lo llevó también al área de televisión de la universidad, cuando se inauguró el estudio digital. “Era todo nuevo, todo digital, y yo tenía la formación en sistemas que se necesitaba. Fueron experiencias muy valiosas”.

Otro de sus aportes fue el kiosco digital, a finales de los años noventa. “Era un computador en un gabinete, con pantalla táctil, algo impensable en esa época. Estaba en el hall del edificio administrativo y cualquiera podía consultar información de la universidad. Fue tan innovador que otras instituciones venían a verlo. Hoy uno entra a un centro comercial y ve esas pantallas grandes; nosotros lo hicimos aquí en los 90”.

Y estuvo también en la emisora universitaria: “Yo conseguí la música, los computadores Mac, y nos encargamos de mantener la emisora al aire, día y noche. Era emocionante escucharla y que la gente dijera: me encanta la emisora de la universidad”.

El mago de los Mac

Con los años, Miguel Ángel consolidó un perfil técnico muy particular: “Algunos me dicen el mago, el salvavidas, porque salvo discos duros dañados o recupero información. Ese reconocimiento lo gané por el conocimiento, las herramientas y el acceso a tecnología que la universidad siempre me ha brindado. Apple me enamoró porque era intuitivo, porque cualquiera podía usarlo sin ser ingeniero. Eso marcó la diferencia para mí”.

La UTP como hogar

Hoy, cuando mira hacia atrás, lo hace con gratitud. “La universidad ha sido mi segundo hogar durante estos 30 años. Ha sido fuente de conocimiento, de amistades, de felicidad. Aquí he tenido acceso no solo a la tecnología más moderna, sino a un campus hermoso, lleno de naturaleza. Eso no lo hay en cualquier parte”.

Se declara un hombre feliz. “Yo he sido muy feliz todo el tiempo aquí. No tengo quejas. Para mí todos los días son días felices. No siento que me haya faltado nada, ni que yo le haya debido algo a la universidad. Le he entregado mis conocimientos, mi trabajo, y ella me ha dado todo lo que soy”.

En el fondo, su vida ha estado siempre marcada por la unión familiar. “Somos una familia muy unida. Alrededor de mi madre, que todavía vive, seguimos compartiendo. Ese ha sido un entorno muy bonito, que me acompaña también en lo que hago aquí”.

Y la vida de Miguel Ángel Gómez nace cada día para recorrer el campus de oficina en oficina, donde lo requieran, sabiendo que todos se inquietan pero no se atreven a preguntar por su barba y su extensión que finamente ensortijada le quiere llegar a su pecho.