Es docente de la UTP. Desde muy joven descubrió la sensibilidad por servir. La emergencia de 1976 en el barrio Risaralda de Pereira, le abrió las puertas para hacer parte del Cuerpo de Bomberos de la ciudad. Como Capitán, hoy ostenta el máximo rango de este organismo. Todos los días acumula experiencia para enseñar. Se ha formado en el exterior y ha recorrido Latino América compartiendo su experiencia.

Luis Enrique Reyes Ruiz carga con el peso y el orgullo de una vida entera dedicada a las emergencias. Capitán del Cuerpo Oficial de Bomberos de Pereira y docente de la Universidad Tecnológica de Pereira, su nombre está ligado a cuatro décadas de servicio, a la memoria de los terremotos que marcaron la historia del Eje Cafetero y a la certeza de que la vida —toda vida— merece ser protegida.

Su historia comenzó mucho antes de portar el uniforme oficial. Fue la tragedia del río Otún, en 1976, que causó la muerte de más de 70 personas y dejó un gran número de heridos, la que encendió en él la llama de servir. Tenía apenas pocos años menos que hoy los muchachos a quienes forma en las aulas de la UTP, cuando entendió que su destino sería el de correr hacia el peligro mientras otros huían. Esa vena, como él la llama, lo llevó a ingresar al Cuerpo de Bomberos de Pereira y a iniciar un camino que ya suma 39 años como servidor público.

A la universidad llegó de la mano del programa de Tecnología en Atención Prehospitalaria, cuando apenas nacía. Se necesitaba alguien con experiencia real, con conocimiento en el mundo de la búsqueda y rescate  y de eso sí que sabe Reyes, tiene el conocimiento que ningún libro alcanza a enseñar. No dudó: “Lo vi como una gran oportunidad de compartir saberes”, recuerda. Desde entonces, hace más de 12 años, convirtió el aula en un espacio donde la calle, las sirenas y los rescates se vuelven lecciones vivas para jóvenes que se preparan desde Atención Pre Hospitalaria para enfrentar el mundo de salvar vidas.

En su voz, cada clase es un simulacro de la vida misma. Les habla a los estudiantes de colapsos de estructuras, accidentes de tránsito, derrames químicos, inundaciones o atentados terroristas. Les enseña protocolos, técnicas y normatividad, pero sobre todo les insiste en algo que para él es sagrado: el respeto a la vida. “El rescatista se compromete con la vida”, repite. Y sus muchachos entienden que salvar un bien, una especie o un bosque es también salvar la vida en todas sus formas.

Su formación ha sido una mezcla de experiencia, rigor y estudio. Viajó a Estados Unidos después del terremoto de 1999 para capacitarse en diferentes temas: búsqueda y el rescate dentro de estructuras colapsadas, manejo de gas y hasta manejo de armas de destrucción masiva, aprendió de los bomberos de Miami-Dade tras la tragedia de Armenia, se convirtió en instructor de búsqueda y rescate en estructuras colapsadas y llevó ese conocimiento a Brasil, Ecuador, Perú y Centroamérica. Pero nunca se detuvo ahí: se graduó como profesional en Salud Ocupacional, después como Administrador de Empresas, y hoy se prepara para recibir el título de abogado.

Ese andamiaje de saberes le permite hablar de drones, inteligencia artificial y robots de rescate con la misma pasión con la que cuenta anécdotas sobre ayudas técnicas o tecnológicas y equipos rudimentarios de décadas atrás. Entiende que la tecnología llegó para quedarse, que la inteligencia artificial ya se está incorporando al mundo del rescate y que los avances no reemplazan, sino que potencian, el compromiso humano. “ La IA está siendo utilizada hoy en día en muchos países, permite ahondar con información de primera mano, que es útil en las primeras horas, cuando para la mente del rescatista, esas primeras 24 son de crisis y donde necesita muchas ayudas. Esa herramienta, manejándola muy bien, nos permite coger información que no tenía antes y está allí y salvar vidas”

Capitán en el escalafón del Cuerpo Oficial de Bomberos de Pereira —un grado que no se alcanza por antigüedad, sino por formación y capacidad para liderar en la emergencia—, Reyes vive su doble vocación con orgullo. En los entrenamientos exige a su tropa subir los pisos más altos de un edificio con toda la indumentaria puesta, son más de 40 kilos encima, porque sabe que la emergencia real demanda siempre más que la práctica. Y en la universidad se emociona al entrar cada viernes al aula: “Me llena ver a los jóvenes ahí”, confiesa con el brillo de alguien que encontró en la docencia otra forma de salvar vidas.

En su entorno íntimo lo acompaña su esposa y su hija, una mujer de 37 años que heredó la vocación de servicio y que hoy trabaja en programas sociales, además de ser una scout convencida, “siempre lista”, como dice con orgullo.

¿Qué le ha dado la universidad? Él lo resume en una frase: “La oportunidad de compartir lo que sé, porque yo no me voy a llevar nada. Todo lo entrego en las clases, a estas cabecitas jóvenes que tienen tanto por recorrer”.

Luis Enrique Reyes un hombre disciplinado, sensible y práctico, al que fácilmente se le hace nudo en la garganta y por que no soltar una lágrima, confiesa que le va a faltar tiempo para seguir atendiendo emergencias, liderando equipos de socorro y para enseñar desde su conocimiento.