Hay momentos en los que el aprendizaje trasciende la teoría y se convierte en experiencia, en emoción, en encuentro. Así son las vivencias que se dan en los espacios donde la educación y el arte se entrelazan, donde pensar también es crear y sentir.

Gabriela Augustowsky docente argentina, vinculada a la Maestría en educación y arte y referente en el campo de la educación y la estética lo expresa: “Los estudiantes tienen una disposición enorme a escuchar, leer, participar y reflexionar con temáticas que son, a veces, complejas. Hay preguntas que podemos resolver de inmediato y otras que quedan abiertas para seguir pensando.”

En sus clases, la reflexión no se queda en las palabras. Hace poco, relata, realizaron un ejercicio con imágenes extraídas de redes sociales —esas fotos perfectas, impecables, irreales— y las transformaron con una intervención plástica que mostraba la realidad de nuestras familias, escuelas y comunidades. “Fue una experiencia muy poderosa”, comenta, “porque implicó pensar, sentir y reconstruir. El aprendizaje no fue solo racional, fue profundamente emocional.”

Cada actividad, cada diálogo, cada creación, se convierte en un puente entre el pensamiento y la sensibilidad. Los estudiantes de la Maestría en educación y arte no solo aprenden conceptos o teorías: aprenden a mirar el mundo con otros ojos. Descubren que la educación y el arte no son caminos separados, sino una misma vía que nos permite comprendernos y transformar la realidad.

Esta conexión no solo se da en el aula. También ocurre en cada experiencia cotidiana. El profesor Sidiney Peterson vinculado a la Maestría y proveniente de Brasil, lo resume con una mirada intercultural que invita a pensar en plural. “No existe una sola cultura, existen muchas culturas que se entrecruzan. Lo mismo sucede con el arte: borra fronteras, nos ayuda a reconocernos y a resistir ante lo que nos separa. El arte es una forma de lucha y, al mismo tiempo, una forma de encuentro.”

Peterson comparte que una de las experiencias más valiosas de su paso por la docencia en Colombia ha sido “deshacer la imagen que tenía del país para rehacer una nueva, construida desde las historias reales de sus estudiantes”. En ese proceso de intercambio, dice, “uno desaprende lo que las redes cuentan y aprende de verdad, desde la humanidad, desde lo vivido.”

Para él, el arte está en todas partes: en los colores de las casas, en los dibujos de los niños, en la manera en que una ciudad se organiza, en la ropa que usamos y en los gestos cotidianos. “Cada persona es una expresión estética de su tiempo. El arte no solo está en los museos, también está en la vida que vivimos cada día.”

Ambos coinciden en que educar con arte es educar con empatía. Es permitir que la creatividad, la reflexión y la sensibilidad sean parte de la formación, tanto intelectual como emocional. Es entender que el conocimiento no se impone: se construye, se comparte, se siente.

Porque la educación, cuando se une al arte, deja de ser solo un proceso académico: se convierte en un acto profundamente humano.

En la Universidad Tecnológica de Pereira, el arte, la educación y la investigación se unen para transformar vidas. Si sientes que tu historia también puede cambiar a través del conocimiento, la sensibilidad y la creación,
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