Hoy, en el acto solemne de grados de la Universidad Tecnológica de Pereira, Marcela Sarasti Ramírez recibe su título como ingeniera electrónica de la Facultad de Ingenierías.
Su nombre resuena entre aplausos y emociones, pero detrás de ese instante hay una historia tejida con esfuerzo, convicción y resiliencia. Marcela no solo culmina un ciclo académico; celebra un proceso de transformación personal que comenzó hace más de cinco años, cuando dejó su ciudad natal, Ipiales, para apostarle a la ciencia en una universidad que no conocía, en una ciudad que apenas empezaba a descubrir.




“Elegir carrera fue un reto”, recuerda. “En Ipiales la oferta en ciencias exactas era limitada. Yo quería dedicarme a la ciencia, y eso me trajo hasta aquí”. El cambio fue radical: de un colegio femenino a un programa donde el 90% eran hombres. “Fue un choque increíble”, confiesa. “Al principio fue difícil, pero valió cada cosa”. En la UTP encontró no solo el rigor académico, sino también el acompañamiento humano que la sostuvo en los momentos más complejos.
Su paso por la universidad estuvo marcado por el esfuerzo constante, las largas jornadas de estudio, el cambio de pensum, las monitorías que la ayudaron a nivelarse, y el descubrimiento de su verdadera vocación. “Cuando vi la clase de introducción a la ciencia de datos, dije: de aquí soy”. Desde entonces, su práctica empresarial, sus proyectos y su interés por la inteligencia artificial han guiado su camino. Hoy, Marcela se prepara para iniciar una maestría en ingeniería eléctrica, convencida de que aún hay mucho por aprender y aportar.
Pero no todo fue académico. En tercer año, Marcela enfrentó una pérdida profunda: la muerte de su madre. “Fue increíblemente difícil, pero la universidad estuvo conmigo. Profesores, tutores, incluso quienes apenas me ubicaban, me ofrecieron apoyo. Eso no se olvida”. En medio del dolor, encontró en la comunidad universitaria un espacio de contención, respeto y solidaridad. “Aquí no solo aprendí teoría. Aprendí a vivir”.
Pereira se convirtió en su hogar. “Me encanta la ciudad, el clima, la gente. Aquí encontré todo”. Su hermano, también profesional en el área de datos, vive con ella. Juntos comparten el entusiasmo por el aprendizaje continuo y la investigación. Para Marcela, la UTP no fue solo un lugar de formación académica, fue el espacio donde descubrió su pasión, construyó comunidad y proyectó su futuro.
Hoy, al recibir su diploma, Marcela celebra mucho más que un título. Celebra la fuerza de sus decisiones, la pasión por el conocimiento, y el futuro que empieza a construir con talento, convicción y gratitud. Su historia es testimonio de que el camino universitario no solo forma profesionales, sino seres humanos capaces de transformar su entorno desde la ciencia, la empatía y el compromiso.