La Universidad Tecnológica de Pereira llevó a cabo la tradicional ceremonia de imposición de escudos, un acto de reconocimiento a los funcionarios y trabajadores que han dedicado entre 10 y 50 años de servicio a la institución.







Este evento, liderado por la Oficina de Gestión del Talento Humano de la Vicerrectoría Adminitrativa y Financiera, en articulación con la Vicerrectoría de Responsabilidad Social y Bienestar Universitario, constituye un homenaje a la trayectoria, el compromiso y la contribución de quienes han hecho parte del crecimiento y consolidación de la Universidad a lo largo de los años.
El rector Luis Fernando Gaviria Trujillo destacó la relevancia de este espacio como una oportunidad para valorar el servicio y la entrega de quienes han dedicado su vida profesional a la Universidad: “La imposición de escudos es un evento muy significativo porque reconoce el tiempo y la entrega de cada persona al crecimiento institucional y al fortalecimiento del clima organizacional. Este escudo representa el sello de la Universidad y la gratitud hacia quienes han prestado sus servicios con compromiso y amor por la UTP”
El rector subrayó que este reconocimiento no solo exalta la permanencia, sino también el impacto que cada funcionario ha dejado en la historia de la Universidad, en la formación de generaciones y en la consolidación de una comunidad universitaria sólida y comprometida.
Uno de los momentos más emotivos de la ceremonia fue el reconocimiento al ingeniero mecánico Eduardo Roncancio Huertas, quien celebró 50 años de servicio en la Universidad Tecnológica de Pereira. Ingresó a la institución en 1975, desempeñándose como jefe de la sección de máquinas y herramientas desde 1981 y ocupando diversos cargos, entre ellos decano de la Facultad de Ingeniería Mecánica en diferentes periodos.

Al recibir la distinción, el profesor Roncancio expresó su gratitud y compartió una reflexión sobre su trayectoria docente:
“Este es un reconocimiento muy importante. Son 50 años llenos de vivencias y aprendizajes, en los que hemos aportado para que la Universidad esté en el lugar que ocupa hoy. Ser docente es una vocación que exige preparación, entusiasmo y respeto por los estudiantes. El consejo que doy a quienes comienzan este camino es disfrutar cada día con alegría y compromiso, porque enseñar es una tarea maravillosa que transforma vidas.”
Su intervención, llena de emoción y gratitud, evocó la importancia del servicio con pasión, la formación continua y la huella imborrable que dejan los docentes en el desarrollo de la educación superior.
El evento culminó con las palabras de la docente Aura Margarita Calle Guerra, directora del Departamento de Humanidades y de la Maestría en Estética y Creación, quien ofreció una reflexión profunda sobre la memoria, la docencia y el sentido de pertenencia hacia la Universidad:
“La tarea de la educación hoy es asegurar que el mundo hable a los jóvenes de manera directa y clara, con límites éticos, sin duda, con límites morales que nos permitan vivir en comunidad. Y esto se logra en la medida en que los docentes comprendamos que el tiempo que se libera para la educación, es un tiempo suspendido, no es un tiempo solo para la diversión o para la relajación, salvo que el goce brote de la experiencia misma dentro y fuera del salón de clases.”
“Es un tiempo para prestar atención al mundo, para encontrarlo y conocerlo, para estar presente en él, aprenderlo y descubrirlo en sus signos más notables. No se trata, pues, de un tiempo libre para el yo, sino de un tiempo para comprometerse e implicarse en algo que supere las necesidades personales; lo que está en situación es la oportunidad de comprometernos con una doble experiencia: la experiencia del mundo como bien común y, en su ámbito, la experiencia del yo como posibilidad, como apertura.”
“Siguiendo a Hartmut Rosa, podríamos decir que nuestra vida, la vida de los profesores, ocurre en una suerte de interjuego, entre lo disponible y aquello que permanece indisponible, pero que «nos importa»: la voluntad mutua de aprender, el deseo de comprender, la constancia, el compromiso, la urgencia de crear para dar color a la existencia individual.”
“Aunque el motor que impulsa esto que denominamos educación ‘moderna’ es la idea de lograr una jerarquía intelectual, el anhelo de progreso y el deseo desaforado de poner el mundo a nuestra disposición, no debemos olvidar que la vivacidad, la conmoción y la verdadera experiencia de ser docente, solo se vive en lo azaroso y lo incierto, esto es, en el encuentro inusitado con lo que aún estamos por descubrir. En esa inestabilidad la experiencia se hace más significativa y persistente.”

Sus palabras cerraron la jornada con un mensaje de reflexión sobre la importancia del tiempo compartido, la pasión por el saber y la misión formadora que caracteriza a la Universidad Tecnológica de Pereira.
La ceremonia de imposición de escudos representa uno de los actos más significativos dentro de la vida universitaria, pues reconoce el esfuerzo de quienes, con dedicación y sentido de pertenencia, han construido día a día la historia de la UTP. A través de este homenaje, la Universidad exalta el compromiso, la dedicación y el aporte de su talento humano en la construcción de una comunidad académica sólida, humana y orientada al bienestar colectivo.