Egresada del programa de Ingeniería Física de la Universidad Tecnológica de Pereira, July Andrea Rincón López, lidera desde México una iniciativa científica y empresarial que está transformando la medicina regenerativa en América Latina. Cofundadora de una startup biotecnológica, Andrea ha dedicado más de una década al estudio de biocerámicos, materiales capaces de estimular la regeneración ósea en pacientes con fracturas complejas, pérdidas óseas por tumores o traumatismos e infecciones óseas, como la osteomielitis en pacientes con pie diabético.

Desde Lerma de Villada, una ciudad ubicada a 40 kilómetros de la Ciudad de México, impulsa el desarrollo de productos accesibles para poblaciones vulnerables.

Su historia comenzó en las aulas de la Universidad Tecnológica de Pereira, donde cursó su pregrado y descubrió, de la mano de la doctora Beatriz Cruz, su vocación científica. “Ella fue como mi mamá científica”, recuerda Andrea. “Me enseñó desde cómo leer un artículo hasta cómo diseñar un experimento. Me dio enfoque, confianza y guía. Ese acompañamiento fue clave para todo lo que vino después”.

Durante su maestría y doctorado, Andrea desarrolló un biocerámico capaz de sustituir tejido óseo dañado y estudió sus posibles aplicaciones. El material, un injerto óseo sintético, es reconocido por las células como hueso natural, se degrada gradualmente y se convierte en tejido óseo funcional en un proceso que reduce hasta en un 60% el tiempo de recuperación. Además, su costo es entre un 50 y 60% menor que los productos importados de Europa o Estados Unidos.

El impacto de esta innovación va más allá de la ciencia. “Muchos pacientes en América Latina no pueden acceder a estos tratamientos. Terminan amputados o enfrentan procesos de recuperación de uno o dos años. Nuestro objetivo es que los productos lleguen a quienes los necesitan, no solo a quienes pueden pagarlos”, afirma Andrea.

Desde su lanzamiento en el sector veterinario, el biocerámico ha sido implantado en más de 1.500 pacientes en México, Costa Rica, Colombia, Brasil, Perú, Argentina y Chile. Actualmente, el equipo trabaja en obtener el registro sanitario ante Cofepris, equivalente al Invima en Colombia, para iniciar su aplicación en humanos.

Uno de los proyectos más sensibles que lidera Andrea está enfocado en niños con osteomielitis, una enfermedad que genera necrosis ósea acelerada. En colaboración con el Hospital Infantil Federico Gómez, especializado en ortopedia pediátrica y oncología, se desarrolla un protocolo preclínico para demostrar la eficacia del biocerámico en la liberación controlada de antibióticos. “Muchos de estos niños no pierden la extremidad por el tumor, sino por la infección que su cuerpo debilitado no logra superar. Queremos ofrecerles una terapia de salvamento”, explica.

Este trabajo, que combina ciencia, innovación y compromiso social, fue reconocido con la Mención en Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en los Premios Nacionales de la Fundación Alejandro Ángel Escobar 2025, el máximo galardón científico del país. La distinción resalta el desarrollo de una ruta patentada para fabricar biocerámicos accesibles, con aplicaciones clínicas y veterinarias, y un enfoque dual que combina regeneración ósea y acción antibacteriana.

La historia de July Andrea Rincón López es también la historia de una científica colombiana que decidió que su conocimiento debía tener impacto social. “No queríamos vender la fórmula a una multinacional y que siguiera siendo impagable. Queríamos que fuera accesible, que llegara al sistema de salud, que mejorara vidas”.

Desde la UTP, su formación académica y humana fue el punto de partida. Hoy, su trabajo representa una esperanza tangible para miles de pacientes en América Latina.