Con apenas 22 años, llegó a la Universidad para acompañar el proceso en la especialización del Desarrollo Humano. Desde 2003 es auxiliar administrativa en el programa de Deporte y Recreación. En la UTP ha crecido, se hizo profesional y ahora también es docente. Es una mujer sensible y llena de gratitud por quienes han sido sus ayudadores. Alba Lucy Romero, la amiga de toda la vida y la Universidad su lugar vital.

Su historia comenzó el 1 de septiembre de 1995, gracias a la recomendación de su amiga Alba Lucy Romero, auxiliar administrativa en la Facultad de Ciencias de la Educación. Ingresó como auxiliar en la Especialización en Desarrollo Humano, dirigida entonces por el ingeniero William Ospina Garcés. Permaneció unos meses hasta que tomó la decisión de retirarse y viajar fuera del país, con la idea de no regresar. Pero la vida le tenía otros planes: volvió y, otra vez de la mano de Alba Lucy, ingresó al posgrado en Docencia Universitaria de la Facultad de Educación, bajo la dirección de la profesora Anacilia Aguirre.


El paso definitivo se dio en octubre de 2003, cuando, tras un proceso de entrevistas con Carlos Danilo Zapata y el profesor José Reiner Rivera, fue seleccionada como auxiliar administrativa en el Programa de Ciencias del Deporte y la Recreación. “Ese fue mi lugar”, recuerda hoy, después de 22 años en el mismo espacio, acompañando procesos, aprendiendo y creciendo de la mano de estudiantes y profesores.
Su vinculación no fue inmediata con la universidad, como hoy se conoce: pasó primero por la FUC, en la intermediación contractual, luego por empresas temporales como Adeco, Seleccionemos y Sertempo, hasta que en 2008 quedó vinculada directamente a la Universidad como transitoria. Ese momento, dice, fue uno de los más felices de su vida. “Porque ahí sí sentí estabilidad, me permitió tomar decisiones personales importantes, estudiar, darle educación universitaria a mi hija, crecer con tranquilidad”.

El paso del tiempo le permitió ver de cerca cómo la UTP fue cambiando. “La universidad de antes no es la de ahora: ha crecido, es más grande, más bonita, con espacios diseñados para los estudiantes, administrativos y docentes . A veces, personas externas se sorprenden de lo que tenemos: escenarios deportivos bondadosos, naturaleza, programas nuevos. Es otra universidad, otro mundo”.
Sandra no solo se dedicó a la labor administrativa. Hubo un tiempo en que integró selectivos deportivos, primero en baloncesto y voleibol, y más tarde en tejo, deporte con el que incluso representó a la UTP en torneos en Armenia y Medellín. También hizo parte de la junta de vigilancia.
Pero su mayor transformación vino por el lado académico. Cuando ingresó tenía solo estudios de secretariado comercial, pero la universidad le permitió crecer paso a paso. Primero cursó el ciclo técnico en Gestión Administrativa, luego la tecnología en Gestión Administrativa y Financiera, hasta llegar al título profesional como Administradora de Empresas. “La universidad me dio la posibilidad de formarme, de crecer académica y personalmente. Aquí entré con 22 años y aquí he vivido la mitad de mi vida”.
Hoy no solo es auxiliar administrativa, sino también docente. Gracias a la insistencia de la profesora Ángela Jasmín Gómez, asumió el reto de dictar las asignaturas Práctica Profesional I y II. “Me dio miedo al principio, porque siempre había estado más en lo administrativo, pero me animé. Y fue un paso muy importante en mi vida”. También ha acompañado otros programas, como la Especialización en Gerencia del Deporte y, más recientemente, la Especialización en Entrenamiento Deportivo y Readaptación Funcional.
La trayectoria de Sandra Patricia en la UTP, además de la evolución física de la Universidad, también ha estado marcada por otros retos, las demandas de las nuevas generaciones y la adaptación a las nuevas formas administrativas y tecnológicas de la Universidad. “Los procesos de Calidad nos hoy nos exigen más, las nuevas tecnologías nos llevan a un aprendizaje permanente, tenemos que estar a la vanguardia de lo que llega nuevo y adapta la institución”
Su vida personal también se ha tejido alrededor de la universidad. Uno de sus momentos que dejaron huella, fue el poderle entregar a su hija el título de Licenciada en Pedagogía Infantil, fruto de ese camino compartido en la UTP. Otro, haber alcanzado la estabilidad laboral que le permitió crecer como mujer, madre y profesional.
Orgullosamente pereirana, Sandra se reconoce como hogareña. Su felicidad está en lo sencillo: compartir con su madre y su hija, jugar con sus mascotas —una gata y una perra que considera parte de la familia—, cocinar, dibujar, ir al cine, caminar por espacios naturales. Lo que le rompe el corazón, en cambio, es lo inhumano: el maltrato animal, la injusticia, la deshonestidad.
Después de tantos años, siente gratitud por los jefes que ha tenido y que, según dice, han sido siempre personas excelentes: William Ospina, Ana Silvia, Carlos Danilo, Gustavo, Normán Jairo. Y aunque ya piensa en el retiro y sueña con tener un emprendimiento que le dé ocupación y alegría en esa etapa de su vida, hoy se siente plena. “Sí, me siento realizada. La universidad me lo ha dado todo: estabilidad, formación, madurez, confianza, independencia. Ha sido mi segundo espacio vital, y aquí soy feliz”.