Edna Margarita Morales Zúñiga ha visto crecer al Instituto de Lenguas Extranjeras de la Universidad Tecnológica de Pereira, como quien ha visto crecer uno de los últimos 5 edificios de la misma universidad desde sus planos: con la paciencia de los cimientos, con el cuidado de cada columna y con el orgullo de verlo para ser ocupado para siempre.



Así han sido los últimos 23 años para Edna quien llegó para quedarse. Empezó en el ILEX en agosto del año 2002, cuando apenas llevaba un año en funcionamiento, y desde entonces ha sido testigo —y parte— de una transformación que no solo cambió al instituto, sino también a ella misma.
“Yo llegué recomendada por un profesor que conocía uno de mis hermanos. Me dijo que había una vacante, que llevara la hoja de vida. Venía recién llegada de Roma, con un buen nivel de italiano, y eso me ayudó. A la doctora María Clemencia González, que era la directora, le gustó que hablara otro idioma, y eso me dio ventaja para entrar”.
La doctora González —fundadora y directora del ILEX durante casi dos décadas— dejó en Edna una huella profunda. “Aprendí mucho de ella. Era muy metódica, muy académica y muy exigente. Y ahora que han pasado los años, uno valora ese tipo de formación. Ese rigor lo hace a uno profesional”.
Su vida en la universidad ha estado siempre ligada al ILEX, desde su cargo como asistente administrativa. Ha pasado por todas las etapas: cuando los formularios se llenaban a mano, cuando las pruebas de suficiencia y clasificación se hacían en papel y llenaban hasta 4 veces el auditorio Jorge Roa, cuando las contrataciones se tramitaban en físico. También vivió la transición al mundo digital, la llegada de las plataformas, la pandemia que obligó a migrar todo de un día para otro y que, paradójicamente, modernizó muchos procesos. “Fue difícil al comienzo, pero aprendimos. Nos capacitamos, encontramos soluciones y creamos formatos. Hoy ya todo se hace en sala de sistemas o en línea. Y nos sentimos orgullosos, porque salimos adelante”.
Edna habla de los cambios con lucidez: en 2002 el ILEX tenía unos 20 grupos, hoy atiende cerca de 4.000 estudiantes, con una planta de personal mucho más amplia, nuevas oficinas, nuevas líneas de trabajo, pruebas internacionales y cursos de extensión. “Al principio éramos tres personas: la directora, el ingeniero Wilson Castaño y yo. Hoy hay tres oficinas: dirección, extensión y contratación. Todo ha crecido”.
Pero ella sigue en lo suyo, con la misma energía, con el mismo gusto de siempre. “Yo amo lo que hago. Me encanta el contacto con los estudiantes, atender al público, que me reconozcan después de tantos años. Hay muchos que me saludan con cariño, que recuerdan que estuvieron aquí. Eso me hace sentir afortunada”.
Edna no se apartó nunca del trabajo administrativo. Mientras muchas compañeras exploraron otros caminos, ella decidió quedarse en el suyo, en parte por su hijo, en parte por sus circunstancias. “Soy madre soltera. Cuando entré, mi mamá falleció, y tuve que decidir entre estudiar o dedicarme a trabajar y cuidar de mi hijo. Escogí lo segundo. No seguí una carrera, pero he hecho diplomados, me he capacitado, he trabajado con contratos, con proyectos del Ministerio de Educación. Cada experiencia me ha enseñado algo nuevo”.
Es contadora auxiliar del SENA, con formación en gestión administrativa. Le gustan los números y los idiomas: habla italiano, ha estudiado francés, aún no inglés, pero quiere aprenderlo. Estuvo en Roma un año y allá hizo un curso de italiano para extranjeros. Incluso apoyó clases particulares y colaboró en los primeros cursos del idioma cuando el ILEX abrió esa opción.
Le gusta definirse como una persona tenaz, persistente, resiliente. Como madre, como hermana que hace las veces de mamá, como alguien familiar, cercana. Si se le pregunta por la UTP, no duda en decir que es su segunda casa. “Aquí paso casi todo el día. Cuando era la única en la oficina, salía a las ocho, nueve, diez de la noche. Hoy hay más gente y puedo salir más temprano, pero igual esto es mi hogar”.
De la universidad dice que le ha dado orgullo, estabilidad económica, satisfacción personal. “Estoy muy agradecida. Cuando hablo de la UTP, hablo con cariño. Es lo mejor, un referente académico para la región. Me siento muy feliz de hacer parte de esta familia”.