Una familia paisa es su origen. Ocho hermanos, una esposa e hijos son su soporte de vida. Su sueño era ser ingeniero civil. Cultiva la unión familiar en homenaje a su madre. La función pública ha sido su escenario laboral. La Cárder, el Ministerio de Ambiente y la UTP, le han entregado su estabilidad. Es un ser sensible, humano y sencillo. Se considera más que jefe un líder y amigo.

Francisco Antonio Uribe no habla desde el cargo, habla desde el carácter. Hoy dirige la Oficina de Planeación de la Universidad Tecnológica de Pereira, pero su historia, su verdadera historia, comenzó en una escuela pública de Envigado, rodeado de libros, sacrificios y ocho hermanos que aprendieron, como él, que la educación es una herramienta para dignificar la vida. Hijo de docentes, creció en una casa donde se valoraba el saber, se practicaba la austeridad y se cultivaba el respeto. A ese entorno, dice con voz firme, le debe todo: la sensibilidad, la disciplina, la ética, el compromiso. “Mis padres fueron héroes para sacar adelante a todos sus hijos, en un entorno que no era de abundancia económica, pero sí de muchos valores y mucho amor  ”, dice con orgullo y una emoción que no disimula.

De su infancia infancia quedaron muchas cosas: la pasión por la lectura heredada del padre, la ternura persistente de una madre que, aun después de quedar viuda, mantuvo en pie a toda la familia, y una convicción que no ha abandonado nunca: trabajar es servir. Francisco lo ha vivido así desde siempre. “Empecé mi vida laboral como empleado público y me siento orgulloso de serlo”, asegura. Y lo dice con la autoridad de quien ha recorrido ese camino sin atajos, ni cálculos personales, pero si con gran compromiso. Lo suyo ha sido coherencia y fidelidad a un principio: “lo público se defiende trabajando bien, con honestidad, sin esperar a cambio otra cosa que el deber cumplido, lo demás viene por añadidura” y así ha sido su vida.

Su formación como ingeniero geólogo en la Universidad Nacional le abrió la puerta a la técnica, pero fue en la Cárder donde encontró el espacio para desarrollar su vocación. Llegó en 1988, recomendado por uno de sus profesores, y allí pasó más de dos décadas, asumiendo responsabilidades que lo llevaron de lo local a lo nacional. Participó en el diseño del plan de manejo del río Risaralda, aportó su experiencia en la reconstrucción del Eje Cafetero tras el terremoto de 1999, fue jefe de Planeación de esa entidad y hombre clave en proyectos de cooperación internacional. Pero más allá de los cargos, se convirtió en un referente de la gestión ambiental territorial. Su nombre, asociado al rigor técnico y a la ética profesional, fue ganando respeto en toda la región.

En ese camino se cruzó con Luis Fernando Gaviria Trujillo cuando fue director Cárder, su trabajo, profesionalismo y lealtad fue la carta de presentación para ganarse su confianza al punto que, cuando Gaviria fue Viceministro de Ambiente, lo invitó a que fuera parte de su staff en esa alta posición. Con él construyó una relación de confianza que perdura en el tiempo. Y cuando el Dr. Gaviria llegó a la rectoría de la Universidad Tecnológica de Pereira, le propuso un nuevo reto: sumarse a su proyecto académico y administrativo. Francisco Antonio Uribe aceptó y lo que encontró superó sus expectativas. “La UTP me recibió como si yo fuera de esta casa”, recuerda. Desde entonces, ha sido uno de los pilares de la gestión institucional: lideró la formulación y ejecución de un nuevo plan de desarrollo, impulsó la modernización de la infraestructura universitaria, promovió una planeación centrada en el bienestar de la comunidad.

En 2024, la vida le dio una sorpresa que nunca estuvo en sus planes, ser rector de la Universidad Tecnológica de Pereira. Asumió en un momento delicado para la institución. Lo hizo con serenidad, sin aspavientos, convencido de que el liderazgo se ejerce escuchando, dialogando y construyendo colectivamente. Esa ha sido siempre su forma de actuar: sin imponer, sin figurar, pero con firmeza en las convicciones. Lo que más valora de esa experiencia no es el título, sino la confianza de la comunidad universitaria, ese respaldo silencioso pero profundo que le ha permitido caminar la UTP sabiendo que allí también ha dejado huella.

“Mi sueño en una universidad era ser docente, tuve algunas experiencias en instituciones  de Pereira pero no fueron duraderas. No estaba en mi radar ser Rector de la UTP, fue un premio que me dio la vida, que me llena de orgullo porque es una de las mejores del país”.

Y es que su estilo de liderazgo no está hecho de discursos ni de poses. Está hecho de coherencia. Cree en la ética de lo público como un principio innegociable y en el respeto por el otro como condición fundamental del trabajo. Se define como alguien que promueve el liderazgo colectivo, que no concibe el poder como privilegio, sino como responsabilidad. Por eso sus equipos lo siguen, porque reconocen en él una autoridad basada en el ejemplo y en la escucha.

Hoy, Francisco Antonio Uribe se siente parte de una familia más grande: la UTP. Pero no ha perdido sus raíces. Sigue siendo el hermano de la mitad, el que aprendió a compartir desde niño, el que habla casi a diario con sus hermanas y hermanos, el que recuerda a su madre cada vez que se reúne con ellos. A esa formación familiar le atribuye su forma de ver el mundo. “Nos enseñaron a ser solidarios, a estar pendientes del otro, a no olvidar de dónde venimos”, expresó. Y quizás por eso, en un medio donde no siempre se destacan esos valores, su figura se vuelve distinta, entrañable y profundamente humana.

No tiene ambiciones pendientes. No se ve otra vez como rector. Tal vez en algún momento dicte charlas, escriba, comparta lo aprendido. Lo único que sabe con certeza es que quiere seguir cerca de la realidad, seguir caminando y seguir sintiendo la energía del campus. Porque, en últimas, su verdadera vocación no es la administración ni la planificación: es el servicio. Ese que aprendió de niño, que ejerció como funcionario y que hoy, desde la UTP, sigue honrando con humildad y convicción.