A sus 18 años, María José Florez no solo ha tejido flores con hilos de colores, también ha tejido su vida con fuerza, amor y propósito. Estudiante de primer semestre del programa de Tecnología Industrial, adscrito a la Facultad de Tecnología de la Universidad Tecnológica de Pereira, su historia refleja cómo la adversidad puede convertirse en impulso y cómo el emprendimiento puede ser también una forma de sanar.

«Mi nombre es María José Florez. Estoy en primer semestre en el programa de Tecnología Industrial», dice con una mezcla de humildad y orgullo. Su voz, serena pero firme, resguarda una historia marcada por la pérdida: su madre falleció en un accidente automovilístico cuando tenía cinco años, y su padre partió a rehacer su vida en España. Pero donde otros podrían haber encontrado un vacío, ella encontró un hogar lleno de afecto en los brazos de sus abuelos, quienes han sido su soporte desde entonces.

«Mi vida ha sido feliz, con un amor muy puro», afirma María José, con gratitud hacia quienes la acogieron. Su crecimiento estuvo acompañado de apoyo psicológico y una sólida formación académica en el Colegio San Vicente Hogar, una institución femenina ubicada en el centro de Pereira que fue determinante en su desarrollo personal y profesional.

Fue precisamente en ese entorno donde nació su pasión por el tejido. En 2022, gracias a un curso de espíritu emprendedor, descubrió la magia de las agujas y los hilos. «Empecé a hacer flores. Me enamoré del tejido. Lo hacía en clase, en casa, en reuniones… era mi refugio, mi terapia.» Ese mismo año dio vida a su emprendimiento: @floreseternas_f28. El nombre honra su historia: une su apellido con la flor favorita de su madre, el girasol. En cada creación, hay un homenaje, una memoria, una parte de su vida.

Además del arte, María José también encontró afinidad por el mundo organizacional. En el colegio cursó un técnico en Recursos Humanos, realizó sus prácticas en la empresa Cornabis, y recibió inspiración de una familiar egresada de Tecnología Industrial. Todo apuntaba hacia una vocación clara: la industria, el talento humano y la organización.

Al llegar a la UTP, lo hizo con los temores comunes: docentes distantes, clases inalcanzables, soledad en el entorno universitario. Pero con el paso de las semanas, esos miedos se disiparon. «La universidad es todo lo contrario. Hay demasiado apoyo, desde monitorías hasta espacios deportivos y culturales», relata. Incluso, participó con su emprendimiento en la feria de integración de su facultad, donde fue reconocida por su iniciativa.

En Tecnología Industrial, ha encontrado un espacio donde convergen su talento y su vocación. Valora el enfoque humano de sus docentes, el ambiente de acompañamiento y las posibilidades de crecimiento integral. «Me gusta hablar con las personas, exponer, estar en contacto. Todo lo que me apasiona está en esta carrera», afirma.

María José sueña con consolidar su marca Flores Eternas, continuar sus estudios en ingeniería o administración, y aprovechar cada oportunidad que le ofrece la universidad. «Aquí encontré mucho más de lo que imaginaba. Me gusta la carrera, me gusta el ambiente, y quiero seguir creciendo como persona y como profesional».

María José Florez es el testimonio de cómo el dolor puede transformarse en inspiración y cómo un emprendimiento puede ser también una vía para recordar, sanar y proyectarse. Con aguja en mano y convicción en el corazón, sigue tejiendo su destino, flor por flor, paso a paso.