En la Maestría en Filosofía de la Universidad Tecnológica de Pereira, las representaciones estudiantiles y de egresados se consolidan como voces fundamentales en la construcción académica y social del programa. Fernando Rodríguez, estudiante activo, asume su participación con una mirada introspectiva y crítica, destacando el valor de la filosofía como ejercicio riguroso de pensamiento y autoconfrontación.

Por su parte, Luz Magaly Urueña Castro, egresada y docente en primera infancia, aporta desde su experiencia en el aula una visión transformadora, llevando la reflexión filosófica a contextos educativos tempranos y cuestionando los límites tradicionales de la investigación. Ambos representantes reafirman la pertinencia de la filosofía como herramienta para formar ciudadanos críticos y comprometidos, y celebran el papel del programa en abrir espacios de diálogo y acción desde múltiples escenarios profesionales.

En un mundo marcado por la velocidad, el conflicto y la desinformación, pensar críticamente ya no es un lujo, es una necesidad. Esta es una de las premisas que impulsa el programa de Maestría en Filosofía de la Universidad Tecnológica de Pereira, un espacio académico que se fortalece no solo por su rigurosidad investigativa, sino también por la voz activa de sus estudiantes y egresados, quienes demuestran las múltiples formas en que la filosofía se encarna en lo cotidiano.

Fernando Rodríguez, estudiante de tercer semestre, expresa con claridad su experiencia en el programa: “Tomé esta maestría no solo por una proyección profesional, sino por una confrontación conmigo mismo. Ha sido un proceso de revisión de ideas, de profundización real en lo que significa pensar filosóficamente”. Para él, estudiar filosofía ha sido un acto de honestidad intelectual, comprendiendo que esta disciplina no es abstracta ni arbitraria, sino una práctica exigente que requiere compromiso, rigurosidad y autocrítica.

“Los profesores tienen un gran calibre. Están inmersos en procesos investigativos vivos y eso lo transmiten en clase. Uno aprende desde la experiencia real”, añade Fernando, subrayando el valor formativo del cuerpo docente como modelos activos de pensamiento y acción filosófica.

Pero la filosofía no se queda en las aulas universitarias. Luz Magaly Urueña Castro, egresada y docente en educación inicial, lleva la filosofía a escenarios menos convencionales, pero igualmente significativos: las aulas de educación básica. “La investigación no debe ser exclusiva de la educación superior. Los niños también pueden aprender a investigar, a reflexionar, a cuestionar. Ese debe ser el camino si queremos una educación transformadora desde la base”, asegura.

Para Luz Magaly, formar parte del comité curricular de la maestría le ha permitido no solo devolver lo aprendido, sino también abrir nuevas puertas a la práctica docente. Su experiencia le ha permitido derribar mitos: que la investigación es solo para académicos, que los docentes de primaria no pueden filosofar o que los temas complejos son ajenos a la infancia. “Los niños pueden pensar críticamente. Solo hay que darles el espacio y las herramientas”, enfatiza.

Desde su rol, propone una filosofía viva, conectada con los retos sociales, políticos y ambientales del presente. “La filosofía permite formar ciudadanos críticos, reflexivos y propositivos. No podemos quedarnos en la teoría. Hay que bajar el pensamiento a la vida diaria, y eso comienza desde la infancia”.

Tanto Fernando como Luz Magaly coinciden en que la Maestría en Filosofía de la UTP está rompiendo paradigmas: por un lado, abre la posibilidad para que nuevos perfiles profesionales, como los docentes del sector público, accedan a una formación rigurosa; por otro, promueve una filosofía comprometida con la transformación social, no solo desde las bibliotecas, sino desde las calles, las aulas y los contextos reales.

En una realidad que demanda respuestas inmediatas, la filosofía plantea preguntas profundas. Y gracias al compromiso de estudiantes y egresados como Fernando y Luz Magaly, esa propuesta no es marginal: se sitúa en el centro de lo que se necesita para transformar el presente.