Hay lugares dentro de la Universidad Tecnológica de Pereira que parecen no figurar en los mapas, pero que muchos terminan encontrando. Rincones discretos donde, más allá del intercambio de productos, se comparten ideas, silencios, tazas de café y conversaciones que dejan huella.

Uno de esos espacios, modesto en apariencia pero profundo en su esencia, se ha convertido en un punto de encuentro para quienes buscan algo más que lo evidente. Allí, las palabras fluyen sin prisa. Se debaten temas culturales, se cruzan puntos de vista sobre lo cotidiano, visiones del mundo, reflexiones sobre la vida, los vínculos y el sentido de comunidad. Es un lugar donde se piensa en voz alta, y donde las diferencias encuentran espacio para escucharse.

Quienes se detienen allí, incluso por pocos minutos, suelen quedarse más de lo planeado. Algunos regresan por los alimentos, otros por la música. Muchos, simplemente, por “la conversa”. “Aquí todo el mundo es bienvenido”, dice con calidez Andrés Machado Gañán, más conocido como “Macha”, recordando que no es un negocio personal, sino un gesto colectivo donde caben otros saberes, otras manos, otras formas de ver el mundo.

Lo que ocurre allí no siempre se ve, pero se siente. A veces es una canción que suena de fondo —ska, punk, metal— y que marca un ritmo distinto al del resto del campus. Otras veces, es una pregunta lanzada al aire que abre el camino a un debate inesperado. Todo fluye de forma natural, como si ese pequeño lugar supiera cuándo y cómo reunir a quienes tienen algo que decir… o algo que repensar.

“Es importante que existan estos espacios”, comenta uno de los compradores. “Porque no todo lo valioso ocurre en las aulas. A veces, lo esencial se construye en la pausa, en la palabra compartida y en la escucha activa”.

Nadie sabe con certeza qué pasará cuando el lugar de “junta” ya no esté. Tal vez, como todo lo que nace de la escucha y del deseo de comprender, encuentre otra forma de seguir existiendo. Mientras tanto, sigue allí, discreto pero vivo, esperando a quien quiera detenerse, compartir un tinto… y tal vez debatir.

Y si alguna vez pasas por el guaducto del campus y escuchas ska, punk o metal, podrías estar más cerca de llegar.