Llegó desde Valledupar en 1988 con una maleta llena de incertidumbre y un formulario enviado por correo tradicional, sin conocer a nadie y con la esperanza de estudiar una carrera que le permitiera trabajar durante el día. Eligió la Licenciatura en Español y Comunicación Audiovisual. Pereira lo recibió con un frío penetrante que lo hizo dudar. Pero se quedó. Porque había una fuerza poderosa que lo motivaba: las ganas de aprender, de crecer, de encontrar su lugar.

Jorge Rojas traía en su piel el color caribeño, el sabor musical de la costa y el ritmo que lo llevó a bailar las danzas que narran las historias de una Colombia que grita sus dolores y le pone color a la felicidad.

Esa historia de adaptación, música, baile y perseverancia comenzó en las aulas nocturnas y en el grupo de danza Trietnias, donde encontró amigos, identidad cultural y también el amor. Años después, ese mismo grupo sería testigo de una dirección suya, breve pero significativa. Porque si algo ha caracterizado a Jorge, es su capacidad de llegar, aprender, crecer y abrir espacio para otros.

Su vínculo laboral con la UTP comenzó por insistencia y necesidad. Tocó puertas, expuso su situación al rector de entonces, y una se abrió. Fue en la biblioteca, donde empezó prestando libros y terminó creando el primer Centro de Información Virtual. Desde allí, se enamoró de la tecnología, aún sin conocerla a profundidad. Su primer correo electrónico fue casi un bautizo digital: “Jorojas”, apodo que aún lo identifica en toda la universidad.

Con visión y terquedad creativa, pasó del mundo análogo al digital sin mirar atrás. Impulsó redes de bibliotecología, propuso digitalizar tesis cuando aún se hablaba de archivos en papel. Al no ver posibilidades de crecimiento en la biblioteca, pidió un cambio y llegó al Centro de Recursos Informáticos y Educativos (CRIE), donde la tecnología dejó de ser una afición y se convirtió en misión profesional.

Su tarea era ser web manager.

Cuando llegué empecé a construir, imagínense en la época, una página web para la universidad, y cuando le llevé el proyecto al alto directivo con necesidades, se enojó, pero a los días vio la importancia y dio vía libre”, recuerda Jorge.

Así fue como llegó también Jorge Lozano, hoy director de Univirtual, quien asumió la función de web manager, mientras “Jorojasimpulsaba procesos de formación digital: cursos básicos de Excel, Word y otros programas. Esto lo llevó a pensar en llevar alfabetización tecnológica a las zonas más olvidadas del país.

Se postuló a una convocatoria pública del Ministerio de Educación para dictar cursos en áreas rurales y participó en varias iniciativas del MinTIC, ganando varias de ellas. Viajó en chalupa, en avioneta, caminando por trochas para llevar tecnología donde nunca antes había llegado. Jorge ha sido un sembrador de conocimiento.

En ese camino, fundó el grupo MENTA, con el cual ha impactado a más de 150.000 docentes en Colombia. Su trabajo traspasó fronteras. Junto a Eduardo Duque, coterráneo y compañero de proyectos, participó en una convocatoria internacional compitiendo con universidades de Finlandia, Portugal y Brasil. Aunque no ganaron, obtuvieron una valiosa experiencia.

Cuatro años después, se postularon nuevamente y ganaron una propuesta Erasmus de la Comunidad Europea, actualmente en ejecución, sobre el uso de tecnologías en procesos de enseñanza y aprendizaje.

Ahora trabaja en una nueva propuesta, enfocada en tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial, un tema que, según él, “Asusta a muchos, y que realmente es de cuidado, pero nos reta a redefinirnos y a reinventarnos”.

Pero no todo ha sido luz. Jorge perdió a su hijo David en un accidente. Y fue en ese momento cuando comprendió que la universidad no era solo su lugar de trabajo, sino también su refugio emocional. El apoyo institucional y humano que recibió le confirmó lo que siempre había intuido:

La UTP no es un lugar, es una comunidad”.

Hoy, al hablar del futuro de la educación, Jorge lo hace con la claridad de quien ha vivido cada etapa del cambio. Reconoce que los estudiantes ya no son los mismos, que el currículo necesita repensarse y que la universidad debe reinventarse para seguir siendo pertinente. Por eso trabaja con inteligencia artificial, metodologías activas y nuevos modelos de formación.

Y lo hace con la misma energía de aquel joven que llegó en un viaje de 30 horas en bus desde Valledupar, sin saber qué le esperaba.

Hasta que me aguanten”, dice cuando le preguntan cuánto más estará en la UTP.

Porque tiene claro que también hay que hacerse a un lado para que otros vivan lo que él ya vivió. Pero su huella no se irá. Porque Jorge Rojas no solo ha trabajado para la universidad. Ha participado en su transformación. Y, sobre todo, la ha querido.