La historia de José Arbey Toro Gutiérrez con la Universidad Tecnológica de Pereira comenzó hace 38 años, cuando la doctora Gladys Rodríguez, entonces encargada de la Oficina de Planeación, le propuso asumir responsabilidades en el Jardín Botánico. Él, con formación agrícola, aprendizajes adquiridos junto a expertos de la CARDER y una sensibilidad especial por el entorno natural, entendió de inmediato que aquel “monte” no era un lugar insignificante, sino un bosque lleno de potencial. “Esto es un pulmón para la ciudad”, afirmó con convicción.

Fue el entonces rector Gabriel Jaime Cardona Orozco quien, al escucharlo hablar con tanta propiedad y entusiasmo, comprendió que no se trataba solo de un jardinero. Desde entonces, José Arbey no ha parado. No solo protegió y administró el Jardín Botánico, sino que también embelleció diferentes sectores del campus, llenando de color y vida la universidad con jardines y plantas ornamentales.

Este hombre sencillo, con una extraordinaria capacidad para relacionarse, sorprendió al Jefe de Personal, Manuel José Hurtado, al manifestarle que era bachiller agrícola. Esa afirmación bastó para abrirle una nueva puerta: la de convertirse en estudiante. “Cuando le dije que era bachiller, él me dijo que yo era una persona con aspiraciones y me dio una orden: ‘Váyase a la Facultad de Educación, pregunte por algo que pueda estudiar y se matricula’”. Así, ingresó a la Licenciatura en Español y Comunicación Audiovisual y, más adelante, cursó la maestría en Lingüística. Aunque no entregó el trabajo de grado —que aún conserva en una maleta de cuero corroída por el tiempo—, su decisión fue clara: priorizó el bienestar y la educación de sus hijas. “No me equivoqué”, afirma con firmeza.

Su recorrido por la UTP lo llevó a dos espacios esenciales: del Jardín Botánico a la Facultad de Ciencias Ambientales, donde sembró árboles, organizó espacios con docentes y participó activamente en proyectos comunitarios. Fue parte de los equipos que construyeron letrinas en comunidades afectadas por el terremoto en Quindío y Pereira, en colaboración con la cooperación alemana (GTZ). También fue protagonista en la construcción del puente de guadua, símbolo de identidad y orgullo institucional.

“No soy docente, pero enseño con el ejemplo”, dice mientras describe su rol actual como responsable de la administración del edificio de la Facultad de Ciencias Ambientales, función que desempeña desde 2013, tras la jubilación de Guillermo Murillo. En este cargo presta apoyo a docentes, estudiantes y visitantes, convirtiéndose en referente humano y operativo del lugar.

Su labor ha sido mucho más que mantenimiento físico: ha sido acompañamiento, escucha, presencia constante. Habla con ese brillo en los ojos que solo tienen quienes reciben el reconocimiento genuino, aquel que no se pide ni se compra.

Para José Arbey, la UTP ha sido su casa. Gracias a ella sostuvo a su familia, formó a sus hijas, inspiró a sus sobrinos. Habla de la universidad como quien habla del hogar: con respeto, con amor, con sentido de pertenencia. Recuerda con emoción cuando fue parte de los primeros trabajadores oficiales que portaron con orgullo la marca UTP, en un tiempo en que algunos aún la veían como una imposición.

Hoy, esa marca está en todas partes, y él sonríe, sabiendo que fue uno de los que la posicionó con su ejemplo diario y su disciplina silenciosa.

“La universidad me dio mucho, pero yo también le puse lo mío”, resume, con la sencillez de quien entiende el valor del compromiso.

José Arbey Toro Gutiérrez no solo ha sembrado árboles. Ha sembrado respeto, cariño, servicio y memoria. Y como toda buena siembra, su legado florece cada día.