Para Luis Enrique Betancur, la Universidad Tecnológica de Pereira no solo ha sido su lugar de trabajo durante más de tres décadas, sino también un refugio, una oportunidad de vida y una escuela permanente de aprendizaje y valores. Su historia personal se entrelaza con la historia misma de la institución, dejando huella en los espacios que ha contribuido a fortalecer y en las personas con las que ha compartido camino.

Originario de Medellín, Luis Enrique llegó a Pereira en el año 1987, en un momento crítico para su ciudad natal, marcada por el conflicto urbano de finales del siglo XX. “Medellín presentaba un ambiente muy áspero, muy propio del tiempo de Pablo Escobar; al barrio donde me crie llegaron muchas pandillas y en esas, muchos amigos murieron”, recuerda con emoción. Ante ese panorama, decidió buscar nuevos horizontes en la capital risaraldense, donde fue acogido por algunos amigos y encontró un primer vínculo con la Universidad Tecnológica de Pereira.

Su incursión en la institución comenzó de manera modesta, apoyando tareas de mantenimiento de microscopios y equipos de laboratorio en la Facultad de Medicina, donde, con disciplina y disposición al aprendizaje, adquirió experiencia y se ganó el respeto de quienes reconocieron en él un colaborador comprometido.

“Empecé a trabajar acá como técnico de equipos de laboratorio, haciendo una labor en la Facultad de Medicina durante aproximadamente nueve años”, rememora.

Gracias a su seriedad y dedicación, fue convocado para apoyar un evento institucional fuera del campus, labor que ejecutó con éxito y que marcó el inicio de su trayectoria en la División de Servicios Generales. Desde allí, asumió la responsabilidad de atender los auditorios universitarios, identificando necesidades, gestionando mejoras e integrando a estudiantes como monitores, brindándoles una oportunidad de aprendizaje laboral y humano.

En la actualidad, Betancur coordina junto a Jonathan Giraldo un equipo de 18 monitores y es responsable de once espacios institucionales para eventos académicos, científicos y culturales. A lo largo de los años, ha sido testigo y partícipe del crecimiento de la Universidad, construyendo relaciones sólidas, fortaleciendo la logística institucional y acompañando a generaciones de estudiantes y docentes.

Sin embargo, más allá del trabajo, la UTP ha sido para él una escuela de vida. “Aquí me fui consiguiendo lo que tengo y conservo, y fuera de lo material, los muy buenos principios que manejo. Eso fue gracias a los grandes amigos que tengo y de quienes todos los días aprendo”, afirma con gratitud. También resalta el aprendizaje adquirido en múltiples áreas del conocimiento y, sobre todo, el sentido de respeto y valoración del otro como ser humano.

Entre los momentos más significativos vividos en la Universidad, destaca uno en particular que lo emociona profundamente: haber tenido la oportunidad de entregar el título profesional a su hijo durante una ceremonia de grado. “Son muchos los momentos lindos que me ha proporcionado la Universidad, pero ese ha sido el más importante”, expresa con voz entrecortada.

Hoy, tras 34 años de servicio institucional, Luis Enrique Betancur se prepara para una nueva etapa: la jubilación. Con la misma dedicación que lo ha caracterizado en la UTP, proyecta acompañar y cuidar a su madre, quien recientemente cumplió 90 años, asumiendo esta nueva fase con serenidad y gratitud.

La Universidad Tecnológica de Pereira reconoce en Luis Enrique Betancur a un servidor ejemplar, cuyo compromiso y humanidad han dejado una impronta invaluable en la comunidad universitaria.