El primer Mercado Agroecológico del año abrió sus puertas en la Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), reuniendo a más de 70 productores de la región. Entre ellos, una figura resalta por su energía, dedicación y amor por la tierra: Margarita Perea Cossio, una mujer campesina que ha hecho de la agricultura y la música su forma de vida.

Natalia Londoño
Natalia Londoño

El amanecer en la finca: trabajo con alma y tradición

Mientras la ciudad duerme, Margarita ya está despierta. A las dos de la madrugada inicia su jornada en su finca en Mistrató, Risaralda, seleccionando con esmero los productos que llevará al mercado. El ritual se repite mes a mes: junto a su esposo y sus hijos, emprende un viaje de cuatro horas hasta la UTP, transportando consigo alimentos cultivados sin agroquímicos, con el orgullo de ofrecer productos limpios y saludables.

«Todo lo que cosechamos es natural, sin químicos», asegura. Huevos frescos, yuca, plátano, arracacha, churruscos, tortas de lenteja y chócolo son solo algunos de los alimentos que dispone sobre su mesa con esmero. Para Margarita, cada mercado es más que una venta; es un encuentro con la comunidad, un espacio donde la relación con la tierra cobra sentido y se fortalecen los lazos entre productores y consumidores.

Más que agricultora: una voz del campo

Pero Margarita no solo cultiva la tierra, también cultiva versos y melodías. «A las cuatro de la mañana me vienen las letras a la cabeza y las escribo», cuenta con una sonrisa. Sus canciones, inspiradas en la vida campesina, el trabajo diario y el amor por la naturaleza, son testimonio de su arraigo y su resistencia. Su esposo, quien la acompaña en la guitarra, convierte esas letras en melodías que resuenan entre los cultivos y en cada mercado.

«La tierra es un paraíso, hay que cuidarla», dice convencida. A través de su música y su trabajo, transmite un mensaje de gratitud y compromiso con el campo, recordando que cada producto que llega a la mesa tiene detrás una historia de esfuerzo y amor.

Un mercado que florece con cada edición

A medida que avanza la jornada, los productos de Margarita van desapareciendo. «Las tortas de chócolo ya se fueron, las de lenteja también», comenta con alegría. Cada compra es más que una transacción; es un respaldo a su labor y un reconocimiento a su filosofía de vida. «Gracias a Dios, a la Virgen, a mis profesores y a mi comunidad que siempre me apoya», expresa con gratitud.

Al final del día, cuando el mercado cierra sus puertas, Margarita recoge lo poco que queda y emprende el regreso a su finca. La espera un nuevo mes de trabajo, siembras y canciones, pero con la certeza de que, en cada edición del Mercado Agroecológico de la UTP, su historia, su voz y su amor por la tierra seguirán floreciendo.