En una cálida mañana de graduación, los pasillos de la Universidad Tecnológica de Pereira se llenaron de rostros emocionados, de sueños cumplidos y de caminos trazados con esmero. Entre los nuevos magísteres se encontraba María Carolina Díaz Rivera, quien no solo celebraba un título más en su vida, sino un recorrido que marcó un antes y un después en su vocación.
Carolina se presentó con la humildad de quien ha labrado cada logro con esfuerzo y dedicación. “Me gradué como médica y cirujana en Bogotá”, mencionó al iniciar su relato, casi como un prólogo de lo que sería una historia de transformación. Desde su especialización en el quirófano, se trasladó a Pereira, donde halló una oportunidad inesperada: el mundo de la docencia.
“Comencé a trabajar como cirujana aquí y, poco después, la Universidad me contactó para ser docente. Fue un cambio que nunca había imaginado. Entendí entonces que para enseñar no basta con la experiencia clínica; debía formarme como educadora”, explicó Carolina con la calma de quien ha encontrado su verdadero llamado.
A medida que narraba su transición hacia la academia, relató cómo se sintió una “novata” en las aulas, aprendiendo conceptos de pedagogía y filosofía que le resultaban ajenos. “Me tocó empezar desde cero, hablar de cosas totalmente nuevas. Mientras mis compañeros de clase ya eran docentes, yo apenas me adentraba en un territorio desconocido”. Sin embargo, la dedicación con la que enfrentó ese reto fue la misma que la llevó a alcanzar la maestría en educación, titulándose ahora no solo como médica, sino como formadora de futuras generaciones.
Para Carolina, este paso es solo el inicio de un camino más amplio. “Ahora estamos promoviendo la argumentación clínica, evaluando cómo se llega a resultados médicos a través de una buena argumentación. Es un aspecto que a menudo no se considera en la formación médica, y creo que allí radica la importancia de esta maestría”, afirmó con convicción.
La graduada mira al futuro con la misma certeza con la que ha asumido cada desafío. “Espero seguir avanzando, tal vez un doctorado más adelante, y compartir con mis estudiantes lo que he aprendido”, agregó, dejando entrever una pasión que no se detiene.
Cuando se le preguntó qué le diría a esa joven Carolina que comenzaba su camino en la medicina, su respuesta fue un reflejo de su experiencia y madurez: “Los caminos se van abriendo y uno tiene que seguirlos. Nunca pensé que la docencia sería mi rumbo, pero aquí estoy. Hay que seguir creciendo”.
Así, en medio de la ceremonia de graduación, con aplausos que resonaban como latidos de un sueño cumplido, María Carolina Díaz Rivera se erguía como testimonio de que la verdadera vocación no siempre se encuentra al principio del camino. A veces, se descubre en la confluencia de oportunidades inesperadas, donde se mezclan la ciencia y la pedagogía, el bisturí y la pizarra, dando forma a una historia de evolución personal y profesional digna de celebrarse.
“De la cirugía a la educación: María Carolina Díaz demuestra que la vocación se construye día a día. ¡Felicidades por tu maestría! 🎓👏 #Educación #SuperaciónPersonal”