En el tranquilo recorrido por el Campus de la Universidad Tecnológica de Pereira, los estudiantes se vieron sorprendidos por una escena que desafiaba la rutina académica habitual. Entre los edificios y bajo el cielo azul, se alzaba un escenario improvisado donde un grupo de actores se preparaba para presentar una obra de teatro con un mensaje profundo y urgente. 

Esta obra no era solo entretenimiento, era una ventana abierta hacia la oscura realidad de la trata de personas. Los estudiantes, que en su mayoría transitaban hacia sus aulas con la mente puesta en tareas y exámenes, se detuvieron ante la inesperada escena que se desarrollaba frente a ellos. 

La iniciativa, parte de la campaña «Tu Vida Cambia», patrocinada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos e impulsada por la Organización Internacional para las Migraciones, buscaba generar conciencia sobre este delito que viola los derechos humanos. Para obtener más información sobre esta campaña, tuvimos la oportunidad de conversar con Luis Alberto Ordoñez, productor de esta. 

«Esta campaña tiene como objetivo prevenir la trata de personas en Colombia, y para ello, hemos desarrollado diferentes estrategias dirigidas a distintos públicos», nos explicó Ordoñez. «En esta versión particular, hemos creado una obra de teatro que cuenta cuatro historias, cada una ejemplificando una modalidad diferente de trata de personas: explotación sexual, matrimonio servil, trabajos forzados y mendicidad ajena». 

Con estas palabras, observamos cómo los actores encarnaban los roles de víctimas y victimarios, llevando a la vida escénica realidades impactantes de quienes se encierran en las garras de este delito. Desde la promesa engañosa de un futuro brillante hasta la explotación despiadada en trabajos forzados, cada historia resonaba con una verdad incómoda pero vital. 

La trata de personas, como nos recordaba Ordoñez, no conoce límites ni fronteras. «Se comete cuando una persona es captada para ser explotada, sin importar su género, edad, origen o nivel educativo», nos explicaba con seriedad. «Es un delito que ocurre aquí mismo, en nuestras ciudades y en lugares lejanos. Por eso es importante generar conciencia y estar alerta». 

A medida que la obra avanzaba, los espectadores se veían atrapados por una mezcla de emociones: indignación, tristeza, pero también esperanza. Porque al final de cada historia de sufrimiento, resonaba un mensaje de resistencia y solidaridad. Un recordatorio de que, juntos, podemos combatir este flagelo y construir un futuro más justo y humano. 

Al finalizar la presentación, los estudiantes se dispersaron por el campus, pero llevaban consigo más que solo impresiones teatrales. Llevaban consigo un llamado a la acción, una invitación a ser parte del cambio. Porque en este camino hacia la conciencia, cada paso cuenta.