La Universidad se llena de color y calidez con los majestuosos guayacanes, los cuales deleitan con su esplendorosa floración a todo aquel que los ve desde lejos entre la vegetación o camine por su lado. Este es un espectáculo que nos recuerda la belleza efímera de la naturaleza y la importancia de preservarla.

Los guayacanes, son esos guardianes de la tierra que con su madera de gran dureza y sus deslumbrantes colores que van desde el amarillo hasta el morado, pasando por el blanco y por el rosa, tiñen los horizontes naturales con una belleza única y poco común en el paisaje. Cada año, su presencia atrae a aves y polinizadores, convirtiendo nuestros campus en un lugar lleno de vida y movimiento.

Pero la magia de los guayacanes va más allá de su aspecto visual. Estos árboles desempeñan un papel fundamental en la estabilización y regeneración de suelos erosionados, así como en la creación de microclimas que favorecen la vida de otras especies vegetales y animales como los colibríes y aves propias de nuestro trópico. Con su arquitectura imponente, se convierten en cercas vivas que delimitan y protegen nuestras áreas rurales, siendo fieles guardianes de la biodiversidad.

El guayacán, cuyo nombre científico es Tabebuia Chrysantha, es un símbolo de nuestra tierra y nuestras raíces. Su resistencia y longevidad lo convierten en un verdadero tesoro natural pues pueden llegar a vivir hasta 60 años en promedio.

Como comunidad universitaria, tenemos la responsabilidad de cuidarlos y protegerlos. Cada gesto cuenta: desde no arrojar basura cerca de ellos, evitar la tala indiscriminada, hasta promover prácticas sostenibles que garanticen su supervivencia. Solo así, se puede seguir disfrutando de su belleza y su compañía por muchas generaciones más.

Que esta temporada de guayacanes que ha teñido a nuestra universidad de rosa en un mes tan espacial como lo es marzo donde conmemoramos a la mujer y su papel en los diferentes ámbitos de la vida, nos sirva para recordar y renovar el compromiso con la naturaleza y su preservación.

En cada flor de guayacán, en cada sombra que proyecta su imponente figura, encontramos una lección de humildad y gratitud hacia nuestro entorno. Por eso los invitamos a recorrer el campus, a disfrutar de su belleza, a admirar los guayacanes ¡Ellos también pueden contarnos historias!