Nunca como en esta campaña la izquierda, la social democracia y los independientes, sumados a la dirigencia social y las minorías étnicas, fueron determinantes. En una decisión sin antecedentes la Unión Patriótica, el Movimiento Progresista, el movimiento Visionarios, la gran mayoría del Polo Democrático Alternativo y de la Alianza Verde optaron por contribuir al triunfo de JMS. Reconocer que las negociaciones de paz constituían un imperativo moral le sirvió de argumento a estas organizaciones para respaldar públicamente dicha candidatura. Además, con habilidad política, JMS consiguió mantener en su campaña el sector parlamentario del partido Conservador que lo respaldó en la primera vuelta.

Aunque no resultaba fácil para los electores de izquierda e independientes votar la reelección de un Gobierno que criticaron a lo largo de cuatro años, los resultados de esta elección sugieren que finalmente optaron por apoyar la campaña de JMS quizás por temor a un regreso de una visión intolerante y unanimista de la política y el respaldo al proceso de La Habana.

Es igualmente razonable defender la importancia que para el cierre exitoso de la campaña de JMS tuvo el reciente anuncio de dos hechos importantes para el futuro de las negociaciones de paz. Por una parte, la noticia de abocar en la mesa el tema de las víctimas para garantizar sus derechos “sin intercambiar impunidades”. Por la otra, el inicio de las negociaciones con el ELN.

Aunque la victoria de JMS despeja muchas dudas y alimenta las esperanzas democráticas del país, no es realista esperar que, concluida la campaña, a partir de hoy llegará la tranquilidad y la armonía. Seguramente el Centro Democrático, con el liderazgo del senador Uribe, buscará generar tanta oposición como le sea posible y el país debe prepararse para la actuación de esta fuerza política, dentro y fuera del Congreso.

 

Le elección de JMS producirá importantes realineamientos en el mapa político nacional y creará favorables condiciones para el reto que significará, una vez firmado el acuerdo final de La Habana con las Farc –y probablemente con el ELN, de convocar una consulta popular para refrendar lo acordado.

Conseguir que la política de paz y la negociación del conflicto se asuman como una política de Estado, y se blinden contra los intentos de las fuerzas políticas que hacen de la guerra su fortín implica dar continuidad, pero trascender, los acuerdos electorales abriendo el camino a la propuesta de un Frente Amplio por la Paz. Este sería un paso importante para la madurez de esa denominada "franja independiente" donde además de fuerzas de izquierda, están sectores del centro de la política nacional, indispensables unos y otros para las complejas tareas del cierre del conflicto armado y el inicio del postconflicto.

Dejar abierta la puerta para que exista representación ministerial en manos de la izquierda, debe ser un primer paso en los nuevos arreglos políticos. Esta sería una importante oportunidad para que, efectivamente, con la firma y el respaldo ciudadano a las negociaciones de paz el país le pruebe a la comunidad internacional que ha iniciado el postconflicto por el camino de la democracia y que, desde la oposición legal, se puede efectivamente acceder al Gobierno.

Adicionalmente, más allá de los acuerdos de paz, todas las organizaciones que participaron en la reelección del Presidente deben tramitar nuevos acuerdos, esta vez dirigidos a conseguir las mayorías políticas necesarias para aprobar las reformas indispensables en los campos de la educación, la justicia, la salud y el desarrollo rural. Para esta tarea seguirá siendo de gran importancia contar con el concurso de César Gaviria a quien se debe, en gran medida, el éxito de la campaña entre la primera y la segunda vuelta.

En todo caso, el voto del domingo debe entenderse como la ratificación de un mandato por la paz.

 

Oscar Arango Gaviria